Buscar el orígen del árbol de Navidad, lleva a relatos que llegan hasta Odín y Thor. Ante un origen que puede verse en parte como pagano, perderse en el debate en lugar de crecer y ver la creatividad y las sanas ilusiones, el amor y la armonía en torno al árbol navideño, es perderse en el estilo impositivo y en el egocentrismo.
Con libertad en el Señor y claridad de entendimiento, coloqué el arbolito navideño en la noche de Halloween. Sé que no faltan quienes cuestionan y/o atacan a quien piensa en forma constructiva sobre Halloween. Ante el origen de Halloween y cómo ha cambiado para bien, perderse en juzgar y demonizar en lugar de respetar y promover lo creativo y unificador, es ir en contra de que Cristo Hace TODO Nuevo y perderse en el estilo impositivo y en el egocentrismo.
Recuerdo el tiempo que hubo arbolito navideño en casa. Luego la etapa en que no lo hubo; y luego la etapa en que volví a colocarlo. Con canas en el cabello, coloco un arbolito navideño libremente ante mi conciencia, mis recuerdos y llamados, y Dios.
Así, comparto la foto de aquel arbolito navideño en casa en la década de 1970. No era enorme, pero era gigante para mi corazón. Al pie se ve uno de mis juguetes inspirados en mi serie favorita de televisión.
Juguetes en una casa hablan de la bendición que genera la presencia de niños. Juguetes en una casa de adulto, habla de visión e imaginación, conciencia histórica y de colección. El tiempo que no hubo arbolito navideño en casa, me confirma que el mayor error es seguir las ideas tradicionales para “madurar” y abandonar ideas e ilusiones.
Jesús dice “Dejad a los niños venid”, lo que es aliento al cariño digno a los niños y al niño interior, a no abandonar las bases formativas, a no olvidar a los padres y maestros, a no renunciar a los sueños a realizar, a no dejar de creer, amar y forjar…
Hay que ser niños en toda edad para crecer de verdad y progresar. Que siempre esté presente al arbolito navideño; será luz ante los conflictos en el hogar, motor de reconciliación, y potenciación en la soledad.
Como niño, para mí era grande e inenarrable la ilusión de esperar a Santa Claus y a los Reyes. La magia era perfecta con la presencia de mis padres. con libertad en paz y seguridad gracias a la inspiración por esaa foto, escribo:
En la verdadera vivencia humana y cristiana, el tiempo navideño es ejemplificar que el Señor hace todo nuevo en el Halloween positivo y unificador; la Acción de Gracias que no es conformismo, sino motor de superación y progreso; reconocer la generosidad inspirada desde lo Alto en Santa Claus; ver en Jesús, María y José el modelo de hogar a forjar; tomar aliento en los pastores para entender sublimes revelaciones; recibir lecciones de los Reyes para ser adoradores en todo; y afirmar para el nuevo año el propósito de trazar la ruta hacia la Eternidad desde la salud, los milagros de amor que superan fronteras geográficas y culturales y crean paradigmas, la vida en abundancia, la prosperidad para bendecir, la felicidad y la plenitud en esta tierra.
Navidad es tiempo para recordar a las almas que han partido a la Eternidad, como mis padres. También es tiempo para recordar días y etapas formativas; y atesorar a quienes apreciamos y amamos.
Por ende, el sentido mayor de las rutas de vida que trasciende el tiempo navideño, está en el amor que restaura, edifica, perdona, define la fe con buenas obras y persevera con corazón sembrando el bien. Adelante en la vida como causa y vocación de amor.



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