Comencé a laborar “formalmente” en la Fundación Rafael Hernández Colón en abril del 2001. Va entre comillas “formalmente” porque ya llevaba un tiempo como voluntario.
En ese tiempo, Juan Eugenio Hernández Mayoral era el Director Ejecutivo y en el espacio alquilado por la Fundación en el edificio Isabel II en Ponce, Puerto Rico, conocí a Leticia Cartagena y a Carmen Ana García Rodríguez (más conocida como Carmencita por sus amistades y allegados). Ambas en verdad se esperaban por la institución y doy gracias a Dios por tan especial y significativa etapa.
La presencia de Carmen en la Fundación era parte de su vocación y buen destino, ya que como estudiante de colegio y sin tener edad para ejercer el derecho al voto en 1972, con una madurez que superó por mucho lo asociado a la etapa de vida en que se encontraba, se identificó con el nuevo líder de Puerto Rico (líder fiel a las grandes causas en armonía con Luis Muñoz Marín): Rafael Hernández Colón.
Carmen desarrolló una profunda amistad con Rafael y su familia. Carmen valoraba mucho la institución familiar y siempre dió testimonio de unidad y alegría desde esa zapata formativa. Carmen siempre recordaba con cariño a sus padres, atesoraba el catolicismo y fue devota del Divino Niño de Praga.
Carmen fue abnegada madre. Supo crecer ante las adversidades y evolucionar ante los cambios en el mundo y la diversidad de puntos de vista.
Al fallecer Carmen en el 2018, hubo un evento en su memoria en la Fundación, en que Hernández Colón destacó la sonrisa con que la conoció y que siempre mantuvo.
Previo al evento en Ponce, Hernández Colón pronunció un mensaje en la Misa de recordación a Carmen en la parroquia Santa Teresita 29 de mayo de 2018. En la parroquia y en Ponce, Hernández Colón destacó a Carmen y a este servidor como “la memoria histórica de la Fundación”. Es algo que le hace justicia a Carmen; y que a mí me mueve a pensar en la obra del Señor en las personas en un mundo imperfecto.
Carmen
se identificó con Hernández Colón en 1972. En mi caso, en 1980 la muerte de
Luis Muñoz Marín capturó mi atención ante el ambiente de luto de todo el país;
en la búsqueda de información con suma curiosidad, me convenció el mensaje de
Rafael Hernández Colón aún sin tener edad para votar. Así, veo que se puede
interpretar que para Carmen y para mí, el trabajo en la Fundación comenzó en
una identificación de corazón, fe y conciencia libre cuando la Fundación no
estaba en planes, pero sí en lo que forja el Eterno y en lo que generan las
personas visionarias.
Eso de la “memoria histórica” es algo que no siempre se ve y se respeta; pero prefiero enfocarme en lo hecho y enseñado por Hernández Colón, en lo positivo y el potencial de las personas, en mis padres y maestros en liderazgo y en diferentes áreas, en los motivos de gratitud y en las causas para seguir adelante.
Nadie es eterno y lo de la “memoria histórica” debe transmitirse a las generaciones. En diversas formas, Carmen y este servidor hemos hecho esa aportación. Solo pedimos conciencia y respeto con relación a ese particular. Todo lo que se pueda lograr e inspirar más allá de ese tema, que dé testimonio de que es un buen propósito trazar la ruta hacia la Eternidad desde la salud, felicidad y plenitud en esta tierra.
Rafael
Hernández Colón tenía un orden de prioridades: Primero Dios, luego la familia,
y luego el pensamiento de Luis Muñoz Marín. Por eso, lo más importante que hay
en la Fundación sobre Rafael Hernández Colón es su pensamiento que comienza así:
“Interpreto al mundo partiendo de Jesús”. Que esa visión de consagrar todo lo
mejor del ser, motive a toda persona -indistintamente de formación y creencias,
cultura y geografía, edad o cualquier otra consideración-- a ser parte de una memoria histórica con
humildad, corazón y convicción, amor y la dirección de ser bendecidos para
bendecir.














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