Mi padre falleció un 3 de enero y el
6 de enero, Día de Reyes, lo despedíamos en el cementerio. Quizás fue designio
divino que se diera justo en ese día, ya que se enseña que con ojos de niño se
ve mejor al Padre Supremo.
Doy gracias a Dios por mi padre. Doy
gracias a Dios por mi madre que está en batalla por la vida. Doy gracias a Dios
por esa pareja de santos tan superiores a mí.
Bendigo a todos los padres, a las
madres que son padres y a tantas almas que de una u otra forma asumen roles
paternales. Recordemos con agradecimiento a los padres que se nos han
adelantado en el encuentro con el Señor.
Reconozco que existe el pensamiento
de que “padre es cualquiera y madre solo hay una”, y que hay personas con
profundas heridas causadas por quienes no han honrado ni cumplido bien con la
vocación paternal.
Ante eso, procede explicar que padre
no es cualquiera, ya que una de las primeras funciones paternales es encaminar a
la familia hacia la Iglesia, lo que al reconocer a la Autoridad Mayor, impacta
en todo lo demás que debe hacer un padre para hacer hogar.
Padre no es cualquiera y a quienes
tiene profundas heridas, les exhorto a entender que la vocación de ser padre no
es definida por quienes no están a la altura de eso. Hay quienes fallan sin
mala intención, con todos los mejores deseos. Hay quienes fallan con
cuestionables intenciones, con una invertida tabla de valores.
Hay quienes merecen comprensión y
hay quienes merecen corrección. Ciertamente la vida no es como se presenta en
novelas y películas, y en verdad no funciona la consejería en base a recitarle
a todos los casos un mismo libreto memorizado. Se ha dicho correctamente que el
mejor Manual es la Biblia; no como amuleto o elemento religioso, sino como
ingrediente de un integral proyecto para dar luz y vida a la vida.
Cada alma tiene que asumir sus
responsabilidades, y habrá casos en que medios de sanación pueden ser orientar,
dar misericordia, buscar ayuda adecuada, en fin, cada caso es único, pero a
todos les aplica aspirar a vivir la dignidad y realización humana en el orden
que infunde paz; es mejor buscar apoyar y concienciar a los padres para que
comprendan su rol y el potencial de forjar bien a generaciones consagradas.
Las dos primeras oraciones que se
enseñan son “Ángel de la Guarda” y “Padre Nuestro”. Solo la ilusión con que un
niño ve las tres estrellas en el cielo, se compara con las oraciones que se
hacen en ese inicio en tiernos días.
En el Día de los Padres, recordemos
esas lecciones para nutrir a la vida con la capacidad de trascendencia. Dios ilumine
a todos en el Día de los Padres y más allá.
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