El 2 de mayo de 2019 falleció el líder y maestro Rafael Hernández Colón. El cuerpo físico pasa, pero las ideas grandes y las buenas causas siguen.
En Viernes Santo, pasa por mi mente la forma en que Rafael Hernández Colón honrada fielmente a la Cuaresma y la Semana Santa.
Es imposible estudiar y/o identificarse con Hernández Colón sin considerar su prioridad a Dios y el sentido de fe, su valor a la institución familiar, y su plena convicción sobre Luis Muñoz Marín y la fórmula del Estado Libre Asociado.
Incluso de surgir áreas de debate o crítica a él, mejor es enfatizar en lo positivo y los méritos de las ideas e iniciativas; recordando que fue un ser humano y aplicando la lección de José Martí de que hasta el Sol tiene manchas y no seamos desagradecidos. Sin embargo, hay más:
Hay un personaje bíblico que se llamó Abel. Abel murió, pero las generaciones lo siguen recordando por la forma en que honraba a Dios con sus ofrendas. No se trata de una Lectura para ser manipulada con el fin de sacar lo máximo de cada bolsillo por via de las ofrendas. Se trata de una Lectura para profundizar en el propósito de dedicar a Dios todo lo mejor del ser.
En ese propósito, la persona muere; pero siguen hablando y edificando a las generaciones, sus buenos pensamientos e ideales, obras y legados. Así es Rafael Hernández Colón. Sus ideas, testimonios y obras siguen hablando con fe, razón y corazón.
Podría escribir mucho sobre sus lecciones como líder, maestro y gobernante, o sobre su visión correcta y de avanzada en torno al Estado Libre Asociado de Puerto Rico. Sin embargo, en Viernes Santo, la conciencia y el palpitar me mueven a algo más:
Soy un ser humano con virtudes y defectos; reconozco las bendiciones que he recibido, y también los motivos de introspección y autocrítica. Soy nieto de un obrero de la caña e hijo de padres humildes que hoy están en el descanso en paz.
El que Hernández Colón me diese la oportunidad de hacer tareas para él, confirma que tenía una gran vena de humildad y humanidad. Supo ser comprensivo, solidario ante la enfermedad y muerte de mi madre, maestro paciente y no tuvo aquello de arrogante que le señalaban en campañas negativas en su contra cuando daba nuevos niveles a la candidatura y rol de la Gobernación.
En Viernes Santo, pienso en la misericordia del Señor y doy gracias. Mirando hacia el porvenir; siento un nuevo y revolucionario palpitar de juventud e ideales por el deseo de comunicar y explicar testimonios inspirado en Hernández Colón y en las etapas formativas que he vivido. Las próximas etapas son propósito y Proyecto de Vida a realizar y consagrar.
En Viernes Santo, y recordando a Rafael Hernández Colón, es buen momento para afirmar los pasos en el buen camino con visión trascendente.
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