Recuerdo aquel creciente coro de ataque al astrofísico Stephen Hawking por sus controversiales expresiones sobre la existencia de Dios. He meditado el tema. Incluso busqué información:
En un momento dado, en su obra “Una Breve Historia del Tiempo”, Hawking sugería que no había incompatibilidad entre la existencia de un Dios creador y la comprensión científica del universo. Para el 2010, generó controversia al cambiar de opinión y excluir la posibilidad de que Dios crease el universo. Afirmó que “las nuevas teorías científicas hacen redundante el papel de un creador del universo”. Argumenta que el “Big Bang”, la gran explosión en el origen del mundo, fue consecuencia inevitable de las leyes de la física.
En el 2011, volvió a generar controversia al afirmar que la idea de que nos espera una vida en el cielo después de la muerte es un “cuento de hadas” para la gente que tiene miedo. Dijo: “Veo al cerebro como un computador que dejará de funcionar cuando sus componentes fallen. No hay un cielo o una vida después de la muerte para computadores rotos; eso es un cuento de hadas para la gente que le teme a la oscuridad”.
Mi Comentario es: No estoy de acuerdo con las nuevas ideas de Hawking. No me convencen esas ideas y sería fácil para mí unirme al coto de ataque a él, pero la conciencia no me permite hacerlo. Lo que plantea mi conciencia es: ¿Damos el primer paso de ponernos en el lugar de Hawking para cumplir con el primer requisito de la comprensión?
Jesucristo enseñó a amar al prójimo como a uno mismo, lo incluye sana autoestima (es imposible dar de lo que no se tiene), ponernos en el lugar de la otra persona para entender mejor, y buscar la guía del Espíritu Santo para poder dar –con sumo respeto y consideración- tal como desearíamos recibir. ¿Quién puede servir bien al Señor y a sí mismo, sin la capacidad para ponerse en el lugar del enfermo y de quien cuida al enfermo, con el propósito de ser mejor ser humano?
Hasta el día de hoy en que escribo estas ideas, no he visto un solo líder religioso dispuesto a comunicarle un mensaje a Hawking para reverdecerle su esperanza marchita. Sería fácil decirle a ese brillante cerebro que hay un “propósito divino” para que esté cautivo en un cuerpo inmóvil, pero no sería digno.
En el nivel en que se guía a congregaciones está la mayor responsabilidad (a quien mucho se le da, mucho se le exige) y en gran medida, se ha ido desprestigiando el rol de consejería y guía por la malsana estrategia de despachar todos los casos con el general y manipulador libreto memorizado. ¿En qué medida todos compartimos la realidad de Hawking de ser almas atrapadas en un cuerpo; y desde esa realidad, todos somos llamados a superarnos a nosotros mismos? ¿Qué decepciones han llevado a Hawking a cambiar su opinión sobre la creencia de Dios de esa forma?
¿Cuántas personas han ido perdiendo igualmente la fe y callan por temor al “¿qué dirán?” y al coro que ataca? ¿En qué medida los que atacan a Hawking -en vez de orar por él y buscar revelación para iluminar a esa alma y a tantas otras almas- hacen más daño que bien? ¿Cuántos crean falsas expectativas y siguen la línea de que si se logra algo es por la influencia de ellos, y si no se logra algo es porque en algo han fallado los demás y no ellos?
¿Cuántos recurren al término “la voluntad de Dios” para ocultar su debilidad de fe, y cuántos recurren al término de esperar el “tiempo de Dios” para ocultar que no tienen respuesta? ¿Cuántos se enfocan en el juicio y el ataque para ocultar sus propias frustraciones y las peores deformaciones internas? ¿Cuántos manipuladores abusan de la genuina búsqueda de Dios de las personas que reconocen en la crisis que sólo con el Altísimo pueden más?
¿Cuántos son todo lo opuesto a lo que predican y tergiversan conceptos para evadir responsabilidades (como argumentar que como Dios quiere adoradores, basta con escuchar “música cristiana” y no habría que hacer obra social; ignorando el buen instrumento para Dios no se limita a géneros musicales o patrones fabricados, el principio de que al fe sin obras es muerta, y lo que dice Jesús en San Mateo 25:34-40 de que el bien que se hace al prójimo, a El se le hace)? Los que son todo lo opuesto a lo que predican, son los que más evaden el tema del cumplimiento de promesas a Dios (como diría el jíbaro, le huyen como el diablo a la cruz). ¡Que brillen los testimonios de cumplimiento con amor, valor y honor!
Afortunadamente, aún hay gente buena en los alteres y las congregaciones. Mi gran recomendación es bendecir a quien esté predicando en el altar, para que sea el Señor obrando mediante la persona con tal vocación y deber. Para recibir, primero hay que bendecir. En los casos en que procedan acciones correctivas, que impere Dios con orden, verdad y justicia.
Pienso que para establecer la existencia de Dios y promoverlo como mejor plan de vida integral y victoriosa, el mejor punto de referencia es la presencia y el mensaje de Jesucristo. Jesucristo supo dejar las bases para el encuentro personal de cada cual con el Padre; bases de plenitud y de pacto que no dan espacio al engaño. Jesucristo supo tener compasión hacia los enfermos, amor para perdonar y vocación para hacer la Palabra accesible.
Jesucristo supo combatir con fuerza y autoridad al liderato religioso que pretendía controlar por sus propios deseos y dejó la gran comisión de evangelizar. Evangelizar no es cuestión de religiosos, es cuestión de dar buen ejemplo en la realidad humana compartida por todos (con virtudes y defectos, con fe y ruta de perfeccionamiento), consagrar todo lo que se quiere para que tenga mayores niveles, y así iluminar caminos.
Desde esa perspectiva, NO temo en decir que Creo en Dios por la creación, por la vida, por todo lo que puedo identificar como bendiciones y lo que sólo pudo ocurrir por intervención y protección divina, por el milagro en mi madre, por el testimonio de mi hermana, por la perfección en la mujer que más admiro y reconozco y sobre todo, porque sólo Dios puede generar el amor y la voluntad para seguir adelante ante todo y ante todos. Porque creo en Dios, veo que la mejor respuesta a Hawking es actuar a la altura de lo que Dios y Jesucristo esperan de uno (Lo que mejor define a uno es lo que uno vive). Es siendo El en uno que mejor se afirma Su existencia. Adelante.