Hay derecho a
optar por prometer y hacer pactos con Dios, y hay derecho a optar por no prometer
y no hacer pactos con Dios. A lo que no hay derecho, es a difundir lo
incorrecto de que el hombre “no puede” hacer pactos y promesas con Dios. Hay
evidencia bíblica y lógica de que el hombre sí puede pactar con Dios.
Con el debido
respeto, es cuestionable la expresión de que “no podemos pactar con Dios porque
los pactos solo se dan entre iguales y no tenemos igualdad con Dios”, ya que
somos hechos a Su imagen y semejanza. Es razonable que no es comparable lo
mortal e imperfecto con lo inmortal y prefecto, pero ciertamente con una sana
conciencia sobre pactar, se eleva el pensamiento y se supera mucho.
Con el debido
respeto, no es cierta la expresión de que “no podemos hacer pacto porque no
tenemos nada que dar a Dios”, ya que sí tenemos mucho que dar, comenzando en
dar luz a los demás mediante un buen testimonio; la expresión equivocada, en
vez de prestase a fomentar humildad, se presta a ser instrumento para manipular
mediante el fomento de la inseguridad y sentimientos de inferioridad.
¡SIN MIEDO!:
De lo que no se quiere hablar es de lo que más hay que hablar. Veamos:
El tema de los
pactos y las promesas que sólo se pueden cumplir luego de recibir lo pedido a
Dios, es el tipo de promesa que aunque algunos pretendan estigmatizarla
negativamente como “trueque”, tiene base bíblica.
Un ejemplo de
promesa lo tenemos en Génesis 28:20-22: “E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere
Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer
y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, entonces el
SEÑOR será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y
de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti”.
No me enfoco
en el detalle del diezmo que tan diversas interpretaciones recibe, sino en el
concepto de prometer a Dios en pos de cumplir lo prometido al recibir lo
pedido. Es triste que ese tema de ese tipo de promesa, casi no se toque y en
ocasiones se evade.
Gracias a Dios
no todo está perdido. Admiro el testimonio del obispo Alex D’Castro, quien
vivió ese tema que tanto capta mi atención de promesas que se cumplen sólo luego
de recibir lo pedido a Dios. No me refiero a lo que hay que hacer siempre, e
incluso desde antes de recibir lo pedido a Dios, como las buenas obras, el
congregarse o la siembra financiera. Nos dice una biografía sobre el obispo
D’Çastro: “Desde muy temprana edad, Alex D’ Castro demostró poseer unas
habilidades musicales sobresalientes, un interés particular por la música
tropical y unas destrezas de liderato entre sus compañeros de escuela”. ¿Quién
no recuerda y sigue admirando tan brillante trayectoria y talentos? Dice
también la biografía:
“A pesar de
gozar del favor del público, el apoyo promocional de una compañía multinacional
de discos, un sólido status social y económico, este joven artista no tenía paz
ni gozo en su vida. Durante esos años de trabajo, su estado de ánimo fue
sucumbiendo poco a poco hasta al punto de estar sumergido en un fuerte estado
de depresión. Por otro lado, y para añadir peso a su problema emocional, este
enfermo con cayos en sus cuerdas vocales. Desesperado por esta situación, busca
ayuda profesional con un psiquiatra el cual le receta antidepresivos. El
orgulloso poseedor del título ‘El tenor de la salsa’ continuaba gradualmente
perdiendo su voz. Evidentemente esta situación contribuía al aumento del
deterioro emocional y así también a sus dosis antidepresivos. Sin embargo, Dios
siempre tuvo un plan especial para el joven artista, pues le había provisto con
una compañera que amaba y servía al Señor…”. “El mismo día que este talentoso
artista recibió al Señor, la depresión salió de su vida (Jeremías 15.19) Mas
tarde, este se comprometió con Dios pidiéndole que le sanara sus cuerdas
vocales, y si esto lo hacía, le cantaría exclusivamente a Él. El Señor cumplió
su parte, también Alex”.
Es simple,
sencillo y directo (sin margen para manipulaciones o tergiversaciones): El
obispo D’Castro sólo pudo consagrar su talento musical luego de recibir la
sanación de sus cuerdas vocales. Es cuestión de lógica y de sentido común. Si
hoy alguien le admira más, es por lo grande que obra el Señor.
Otro buen
ejemplo es el siguiente: Un estudiante que no tiene forma de graduarse por
malas notas y objetivamente sólo un milagro le puede permitir lograr el
diploma. Si ese estudiante promete que de lograr graduarse presentará el
diploma ante el altar, sólo de concederse lo pedido, se podrá cumplir la
promesa.
Si vemos un
ejemplo de las tradiciones, fuese para agradecer el lograr un hogar o fuese
para agradecer el regreso de un familiar en el ejército, la oración, ritual y
fiesta en el cumplimiento de una “Promesa de Reyes”, sólo se daba luego de
recibir lo pedido. Se define así: “La Promesa de Reyes es la costumbre de
invocar a los Santos Reyes –Melchor, Gaspar y Baltasar- para su intervención en
un momento de necesidad, para la solución de alguna situación que está fuera de
su alcance. A cambio de la petición concedida, el devoto hace un pacto o
compromiso de pagar esa promesa”.
Reconozco que
La Palabra es clara: “Cuando alguno hiciere voto a Dios, o hiciere juramento
ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo
lo que salió de su boca” –Números 30:2. Fundamentar peticiones y rumbos de vida
en promesas a Dios, no es atadura, es cuestión de honor.
Existe el
argumento de que es mejor no prometer que prometer y no cumplir, ¿pero por qué
no enfatizar en los testimonios de quienes prometen y cumplen? ¿Por qué la
resistencia al tema de las promesas? ¿Por qué la resistencia a un método de
amor, fe y perseverancia que por los términos de una promesa, es inmune a la
manipulación y tergiversación?
¡SIN MIEDO!:
¿Prometer en esa forma es “negociar con Dios”? Con toda humildad, respeto y
reverencia, no temo a eso. Si prometer al Altísimo es negociar con El, que así
sea. La clave es prometer para hacer el bien, con respeto a la sana y libre
conciencia, sin creer que se puede torcer el brazo del Altísimo o pretender
hacer más daño que bien vía el capricho. Por lógica simple, serán mejores los
negocios con el bien que con el mal; aunque por ser algo sagrado que se debe
hacer sabiamente y no a la ligera, la palabra más correcta quizá no es
“negocio”, sino pacto.
¡SIN MIEDO!:
Estoy convencido de que en la medida que no se toque el tema, se seguirán
agravando los problemas sociales, por lo que la mayor promesa que deseo cumplir
va más allá de mí. Hay que rescatar el honor. Ante Dios y los hombres, ante el
cielo y la tierra, cada cual afirme promesas que abonen a iluminar almas. Dios
sabe; a Dios consagremos todo.
Vivimos
tiempos en que lo que se necesita son testimonios de cumplimiento con amor,
visión y HONOR, para una mejor y más consagrada civilización. Todo sería mejor
si cada bendición recibida no fuese un fin en sí, sino una base de pacto para
hacer algo grande para Dios y por ende, para inspirar y educar. Por ejemplo,
habría fidelidad y paz si la bendición de la compañía idónea se basara en la
promesa de glorificar a Dios, educando e inspirando a los demás.
¡SIN MIEDO!:
Un buen Propósito de Vida es sumar y no restar, a la vida de quienes estén con
uno en el hogar, el trabajo, la comunidad, en todo lugar. La religión y la
política se enaltecerían cumpliendo promesas a Dios. Así, la empresa llamada
vida adquiere nuevas dimensiones.
Reconozco que
existe el argumento de que en promesas a Dios, la respuesta puede ser sí o no,
y que en cualquier caso, hay que mantener la paz. Se argumenta que si la
respuesta es sí a los términos específicos de la promesa, procede un
cumplimiento, y si la respuesta es no a los términos específicos de la promesa,
procede seguir viviendo aún siendo exentos de un cumplimiento. Es como en la
política: Se le puede exigir al candidato que prometió y resultó electo que
cumpla lo prometido, no al que no fue electo, pero todos tienen el deber
constante de ser buenos ciudadanos. Una promesa se refiere a algo específico,
que por la medida que puede marcar un nuevo rumbo de vida, debe acentuar el
compromiso mejor fundado.
¡SIN MIEDO!:
El cumplir promesas es cuestión de honor y cuando resucitan sueños, se confirma
que en lo que más imposible parece, es en lo que más se luce Dios. Así, se
recibe la real Voluntad Divina que sea, con paz. Nos define lo que vivimos.
Lo que me
mueve, no está en los mismos términos que empleó el obispo D’Castro, pero el
sistema es el mismo: el entendimiento de que unas bendiciones que por lo que
significan e impactan, requieren hacer grandes cosas para el Señor en la
visión, el agradecimiento y la acción. Ciertamente todo cambia cuando se busca
vivir un cumplimiento así, ya que la petición va más de uno mismo por la medida
de la consagración y el potencial para dar luz a los demás.
¡SIN MIEDO!:
Que cada paso determinante y gran petición se fundamente en promesa al
Todopoderoso para que sea El en nosotros. Que esa nueva vida nos ubique
haciendo mejor patria desde lo mejor del alma. Dios ilumine a todos.