domingo, 26 de octubre de 2025

Mirada a la existencia y trascendencia desde dos fotos tomadas en la escuela Ramiro Colón Colón

Comparto una foto de una actividad en la escuela elemental Ramiro Colón Colón en Ponce, Puerto Rico en 1964. Según lo anotado en la foto, es de una actividad de niños de segundo grado de la maestra Velázquez. En la foto aparece mi hermano mayor con 7 años.

Velázquez también me dio clase en segundo grado en esa escuela. Recuerdo que ella trabajó en la farmacia Moscoso en la zona histórica ponceña (hoy ese edificio es parte de la Casa Alcaldía) y era devota cristiana. La emblemática principal era Judith Rodríguez.

Así, comparto también una foto de la década de 1970 en que aparezco junto a la educadora de corazón y vocación Velázquez. 

Recuerdo detalles sublimes de esa etapa de mi vida en la escuela elemental que culminó con la graduación en 1979. En esa graduación, Judith Rodríguez se retiró y el nuevo principal fue el señor Cuevas. La hija de Cuevas era parte de mi grupo. Fue tan significativo ese tiempo que la emoción y la gratitud superan a mis palabras y me gustaría que hubiese reencuentros de Clase de la elemental. 

En esos días, el tiempo navideño era inenarrable. La ilusión se sentía en la clase y en el patio escolar. Al compartir dulces, era tierno ver a niños dar dulces a sus padres. La decoración navideña era dibujos por los niños. Se veía a Santa Claus y los Reyes con buenos ojos, sin rivalidad ni desplazar a Jesús. Cada grupo buscaba hacer sus memorables actividades propias del tiempo más especial del año.

De hecho, recuerdo cómo mi madre admiraba siempre cuando Velázquez le regaló juguetes a los niños. La fe y el amor visionario son más.

Nada de maligno había en lo alusivo a Halloween y Santa Claus. Muchos deben aprender de eso. 

Recuerdo un tiempo en que la maestra Santiago (quien también llegó a laborar como bibliotecaria en Ponce High) le permitia a los niños ciertos días, llevar un juguete a clase. El compartir era muy bueno y en armonía; sin contiendas con niños elevando la imaginación. 

Doy gracias por poder compartir estos recuerdos y por cada persona que pudo vivirlos. Gracias al Eterno soy afortunado en esa memoria. No hay espacio para depresiones y derrotas en esta conciencia que hace de cada nuevo día, parte creativa de esa sumatoria. 

Motivación de existencia y de trascendencia: Los niños dibujábamos lo que queríamos ser al llegar a ser grandes. Al escribir estas palabras, veo que no todos realizamos lo que vimos en ese tiempo. Con el paso de los años evoluciona la vocación, pero siempre se agradece lo recibido en la escuela y el hogar. En un mundo imperfecto y la compleja ruta terrenal, también se cometen errores; errores que son mayores cuando no se siguen las buenas lecciones recibidas en la esencial base formativa. 

La gran verdad es que nada se adelanta con sentido de culpa o hundidos en lo depresivo. Recuerda a quienes tuvieron las mejores esperanzas al verte en la niñez, recupera esa fuerza vital, repara todo lo que esté a tu alcance, elimina toda idea de que eres indigno o que nada suficiente puedes hacer y busca consagrar la realización de tus sueños con el siguiente norte: Mereces ser feliz y por la medida en que esa felicidad te llena y va más allá de ti al inspirar a los demás, el Eterno necesita tu felicidad y testimonio victorioso. 

Lección de vida: Cuando hay amor, hay respeto y no hay afán para imponer ideas. Cuando está Jesús, se puede superar el origen de Halloween o lo comercial en Santa Claus y hacer todo nuevo y mejor. 

Desde el niño interior, generemos los más edificantes recuerdos para las generaciones y lo testimonios dignos de ser relatados. Adelante en la vida como causa y vocación de amor. 

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