Un sol de agosto de 1982 iluminó mi primer día de clase en Ponce High. Muchos días siguieron a ese inicio; unos días soleados y otros días nublados, como parte de las realidades y contrastes de la existencia.
Usaba mi uniforme de Ponce High con sumo orgullo. Con tanto orgullo que todavía conservo el bolsillo de esa camisa. Es el nivel de empuje de alma, que se ha mantenido en cada causa y motivo de perseverancia y gratitud en mi vida.
Los que llegamos sin conocernos a esa magna escuela, nos fuimos conociendo, comprendiendo y apoyando. La graduación fue en mayo de 1985. Con el paso de los años, cada recuerdo adquiere nuevas dimensiones.
En marzo de 2021, un auto de colección de Hot Wheels me recordó las veces que jugaba, particularmente en 1982, en Ponce High con las barajas UNO. Era un sano entretenimiento.
En 1982, la escuela fue visitada por Enrique Laguerre. Laguerre, nacido en Moca, fue educador y un notable escritor identificado con el tema rural y agrícola, y de búsqueda de justicia social. Fue profesor universitario y mediante su estilo único hizo de su columna en el periódico El Mundo toda una institución.
El autor tan productivo y polifacético, detallista en su estilo y reconocido en la Isla y más allá de nuestras costas, llegó con expresión humilde y comunicación pausada. Era muy notable que pensaba seriamente antes de escribir y hablar.
Habló de que lo más que le inspira al escribir son las experiencias vividas. Hubo riqueza intelectual en la preguntas y las respuestas.
En ese entonces como en el presente, mucho se teoriza sobre reformas educativas, pero la realidad es que las reformas se forjan en cada escuela, en el día a día. En la columna “Hojas libres”, publicada en El Mundo del 30 de octubre de 1982, Laguerre comenzó el texto titulado “Palabras de una adolescente” con las siguientes palabras: “Fue en la Ponce High”. En verdad le gustó mucho la experiencia vivida.
En este momento, no recuerdo cómo jugar UNO, pero sí recuerdo cómo podíamos compartir el grupo en las gradas en un espacio tan ameno, que generaba serenidad y el tiempo parecía interminable. Completada la diaria jornada escolar, regresar a casa y ser recibido por mis padres, es hoy un recuerdo que abraza al corazón. Lo más bonito, es que en cualquier edad y etapa de la existencia se puede volver a ese ánimo de optimismo y amistad siempre joven por las energías positivas.
Que las nuevas crónicas puedan ser comunicadas con el mismo nivel de diálogo vivo en torno a UNO, y con el mismo honor con que Enrique A. Laguerre le habló a estudiantes, educadores y todos los presentes, y luego escribió “Fue en la Ponce High”. Lo vivido es prólogo y hay potencial en lo inédito. Dios ilumine a todos.
* “No se educa para adquirir un diploma o una licencia profesional, sino para abrir caminos a la exploración, para la cual precisa estimular la espontánea curiosidad de los jóvenes”. –Enrique A. Laguerre
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