Se destacó en las grandes causas como extensión del amor en el hogar. Asumió en Puerto Rico el rol de Primera Dama en forma ejemplar y con sentido de ayuda al prójimo. Apoyaba la reforestación. Ante el azote de fenómenos atmosféricos, asumía el liderato para ayudar a víctimas y damnificados. Encabezó la campaña en contra de las drogas (la iniciativa “Abre tus ojos a un mundo sin drogas”). Fomentó establecer centros de cuidado diurno en las agencias de Gobierno para hijos de empleados. Gracias a Lila, fueron construidas casas de cemento en vez de madera, para las víctimas de la tragedia de Mameyes; hoy es la comunidad de Nuevo Mameyes. Fue solidaria con lo humanitario y el edificio en el Centro San Francisco en Ponce tiene su nombre.
Lo anterior es una muestra. Lila fue para Rafael la bendición que lo complementó, fortaleció y llenó en sus rutas de vida; y supo hacer mucho con suma entrega y humildad. Humildad no es escasez o privarse de bienes y alegrías (Jesús dice en San Juan 10:10 que vino para que tengamos vida en abundancia); humildad es reconocer lo breve del tiempo y lo transitorio de las cosas, entender las realidades humanas y buscar crecer, prosperar sabiamente y consagrar todo lo mejor del ser.
Lila Mayoral fue gran mujer de fe en el cristianismo que se vive y falleció el 7 de enero de 2003. Rafael Hernández Colón hizo y consagró mucho desde su amor con ella y su familia, y falleció el 2 de mayo de 2019. Ambos desde la Eternidad, siguen dando luz.
Hoy Lila y Rafael están en el cielo. En esta tierra, consagraron mucho; merecen la justicia histórica, el Rosario de plenitud y la oración de fe y gratitud. Sigamos ese ejemplo. Sigamos en la existencia la trayectoria de hacer y sembrar el bien; de hacer de la vida una causa de amor. Dios ilumine a todos.
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