En el debido proceso, que brille la
justicia y la igualdad de que “nadie está por encima de la ley”; que no
prevalezca o se justifique la impunidad, y que se actúe en tantos otros casos que siguen pendientes.
En lo que supera teorías y
tecnicismos, oremos por la víctima del cruel e injustificable asesinato, a
quien se le violentó el sagrado derecho de la vida, y oremos también por los
afectados directa e indirectamente; que al esclarecer el caso y aplicar lo que
procede en ley y orden, que se eduque sobre la necesidad de más seguridad, sana
convivencia y mejor calidad de vida en el país.
En teoría, el caso debe llevar a
abrir ojos y jamaquear conciencias, para comprender que el crimen impacta en
todos los niveles socio-económicos y que tal realidad requiere un nuevo nivel de
conciencia y acción, pero la vida no es justa y se seguirán fomentando
desigualdades y estereotipos. ¿Qué espera el Señor, el Altísimo, el Resucitado,
de cada uno y de todos?
Que los principios cristianos de Ley
de Siembra y Cosecha y de considerar al ser humano más por lo que es que por
posiciones y posesiones, adquieran mayor relevancia en la Isla del Cordero.
Que brille un sabio y maduro nivel
de conciencia en que haya justicia en todo caso indistintamente del nivel socio-económico
de sus protagonistas, y se ponga freno a los dramas de intolerancia, violencia y
discrimen (incluso en lo que no implica asesinato y no se ve como “crimen”,
pero que son en esencia delitos que en demasiados casos ocurren en lo cotidiano
como si fuera algo normal), que en realidad representan flagelar otra vez al
Maestro y Príncipe de Paz. Dios ilumine a todos para crecer de verdad.
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