Ante el asesinato de Carmen Paredes
y la acusación a Pablo Casellas:
¿Cuántas veces ocupan titulares los
casos de personas arrestadas y esposadas (con imágenes que captan la atención y
acentúan en el trato unas brechas socio-económicas)? ¿Cuántas veces se
estigmatiza a los residentes de ciertas comunidades (olvidando que Jesús es
grande por su humildad y habita en los que llama “pequeños”) y se trata de
pintar a los que más tienen como de “buena familia” (como si el dinero
definiera la calidad humana en vez de la formación en valores dignos,
respetables y constructivos)? ¿Cuántas veces hay genuina indignación cuando se
dan privilegio y trato especial a unos pocos? En la extensión territorial de
Puerto Rico las fallas son más marcadas y por eso, los reclamos de justicia y
equidad son mayores.
Ciertamente hay pruebas que
sensibilizan y cosechas que enseñan a rectificar y crecer; triste de quienes
insistan en no crecer, no aprender y seguir en más de lo m ismo. En un país que
está harto de engaños y falsas imágenes, de desigualdades e impunidad, de
crímenes y tantos otros problemas, ya es hora de correcta acción y soluciones.
Ante el caso del asesinato de
Paredes, en el debido proceso, que brille la justicia y la igualdad de que
“nadie está por encima de la ley”; que no prevalezca o se justifique la
impunidad, y que se actúe en tantos otros casos
que siguen pendientes.
En lo que supera teorías y
tecnicismos, oremos por la víctima del cruel e injustificable asesinato, a
quien se le violentó el sagrado derecho de la vida, y oremos también por los
afectados directa e indirectamente; que al esclarecer el caso y aplicar lo que
procede en ley y orden, que se eduque sobre la necesidad de más seguridad, sana
convivencia y mejor calidad de vida en el país.
En teoría, el caso debe llevar a
abrir ojos y jamaquear conciencias, para comprender que el crimen impacta en
todos los niveles socio-económicos y que tal realidad requiere un nuevo nivel
de conciencia y acción, pero la vida no es justa y se seguirán fomentando
desigualdades y estereotipos. ¿Qué espera el Señor, el Altísimo, el Resucitado,
de cada uno y de todos?
Que los principios cristianos de Ley
de Siembra y Cosecha y de considerar al ser humano más por lo que es que por
posiciones y posesiones, adquieran mayor relevancia en la Isla del Cordero.
Que brille un sabio y maduro nivel
de conciencia en que haya justicia en todo caso indistintamente del nivel
socio-económico de sus protagonistas, y se ponga freno a los dramas de
intolerancia, violencia y discrimen (incluso en lo que no implica asesinato y
no se ve como “crimen”, pero que son en esencia delitos que en demasiados casos
ocurren en lo cotidiano como si fuera algo normal), que en realidad representan
flagelar otra vez al Maestro y Príncipe de Paz. Dios ilumine a todos para
crecer de verdad.
“Si sabéis que
Él es justo, sabéis también que todo el que hace justicia es nacido de Él”. –1
Juan 2:29
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