Tiene mucha razón el planteamiento lógico de Pablo
José Hernández: “La legalización no significa que la
marihuana es buena; solo reconoce que regularla es mejor que prohibirla”.
Procede diseñar la mejor implementación de la buena idea. No es solo el
beneficio económico de la propuesta, es el crecimiento integral como
civilización.
En los términos directos: El enfoque extremadamente
punitivo ante la marihuana no ha funcionado y la llamada “guerra contra las
drogas” no ha dado los resultados esperados. Se necesita fomentar el respeto a
la ley y lo sano y al mismo tiempo, no promover estilos con intereses y
remedios peores que la enfermedad.
El mensaje extremista que nada tiene que ver con la familia, lo humano y
cristiano, tiende más a la exclusión, al maltrato y al cainismo. La estrategia
de pretender resolver todo con la cárcel es más costoso y voy más allá: Es
aberrante el encarcelar a una persona por tener un cigarrillo de marihuana
mientras hay quienes cometen peores delitos y logran impunidad mediante
recursos y tecnicismos.
El argumento de rechazo a la marihuana por los efectos nocivos y porque de
ahí se pasa a buscar experimentar con drogas más fuertes, confirma que lo más
necesario son equipos multidisciplinarios y no lo solo punitivo que busca
barrer bajo la alfombra.
Recordemos que, ante la postura de apertura del Gobierno Federal
y el tema del cannabis medicinal, se hace necesario explorar nuevas y mejores
formas de ver y hacer las cosas. Einstein dijo: “Ningún problema
puede ser resuelto ni comportamiento cambiado por el mismo nivel de conciencia
que lo creó”. Eso nos confirma lo sabio de crecer y no resignarnos a más de lo
mismo. Hay que dar luz sobre los caminos mejores y superiores que
el abuso de las drogas legales e ilegales. Es algo humano y sensato.
Ante
ese tema, procede recordar palabras pronunciadas por Rafael “Churumba” Cordero
Santiago, en su toma de posesión como Alcalde de Ponce de 1997:
·
“Cuando Puerto Rico comenzó su vertiginoso
desarrollo económico dejó a la vera del camino las enseñanzas básicas que la
familia solía darle al niño desde su nacimiento; que usted tiene que cumplir
primero con sus deberes para entonces reclamar derechos y que las escuelas no
pueden sustituir al hogar. La familia tiene que, a esa pequeña criatura acabada
de nacer, darle buenos ejemplos y, entonces la escuela darle el pan de la
enseñanza. De esta forma, la escuela se convierte en la prolongación del hogar.
Pero, nosotros no podemos pretender que la escuela ofrezca el amor, el respeto
y las buenas costumbres, principios valorativos que son obligación del padre y
la madre. Por eso me irrita oír: ‘la juventud está perdida’. Es que nos
olvidamos de que la juventud es el reflejo de la sociedad en que vivimos. En el
1967, Puerto Rico tenía 1,500 usuarios de drogas, y alrededor de 3,000
efectivos integraban la Policía de Puerto Rico. Hoy, hay sobre 300,000 usuarios
de drogas y cerca de 20,000 personas en la fuerza policiaca. Se han establecido
radares, aerostatos, se gastan miles de millones de dólares en tratar de que la
droga no entre al territorio norteamericano y a Puerto Rico, y, ¿qué
hemos logrado? Han aumentado los usuarios de drogas, la familia está
desintegrada, la educación, tanto pública como privada, deja mucho que desear.
Vivimos en una histeria colectiva, el SIDA arropa a nuestra sociedad. Por lo
tanto, podemos concluir que el camino que hemos recorrido hasta hoy no ha dado
resultados. Es hora de enfrentar esta realidad y todos aquellos que tenemos
responsabilidad pública, junto a los padres, sentarnos a reformular una Nueva
Sociedad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario