En el tema musical, respeto la preferencia de cada cual. Para mí, todo lo sublime de la música se encarna en la voz, dones, energía, llamado, belleza inenarrable y presencia sin igual del gran alma con el nombre artístico de Melina León.
No exagero al expresar que para mí, escuchar cantar a Melina es como superar las realidades de la existencia y detener al tiempo mismo. Sin embargo, reconozco que alguien que estimo y respeto, admira mucho al cantante español Raphael Martos.
Por su lugar de origen, a Raphael se le ha llamado el "Ruiseñor de Linares" y "El divo de Linares". Mucho se ha escrito sobre su trayectoria y logros. Sus producciones discográficas que tanto exaltan al amor, han tocado y unen a generaciones.
Sin embargo, no entro en cada detalle del inconfundible talento; comparto la siguiente parte de la biografía de Raphael de http://es.wikipedia.org/wiki/Raphael_(cantante):
“Desde 1985 la salud de Raphael se veía afectada por un problema hepático fue entonces a principios del 2000 cuando la salud de Raphael se iba deteriorando rápidamente que fue resuelto en 2003 con un trasplante, del cual nunca se dio a conocer el donante. Esto convirtió al cantante en un activo impulsor de la donación de órganos. Su convalecencia fue sorprendente por su rápida recuperación, y Raphael anunció que empezaba «una segunda vida».”
Algo que capta la atención y jamaquea, es la expresión de muchos de que luego de la operación, Raphael canta mejor que antes y que incluso cuando era niño y joven. Se confirma que cuando Dios hace algo nuevo, lo hace mejor. ¡Gloria a Dios!
Desde esa perspectiva, los admiradores de Raphael Martos, pueden identificarlo como el cantante cristiano que más admiran. En mi caso particular, puedo reiterarme en que Melina León es la cantante cristiana que más admiro.
Ser “cristiano” no es un género musical o una marca comercial. Ser “cristiano” no es ser perfecto o inmune a lo que afecta al mundo. Ser “cristiano” es ser creyente; lo que infunde una naturaleza revolucionaria al palpitar, al ver, creer, pensar y hacer.
Algo de Dios hay en cada talento musical y artístico. Algo de Dios hay en cada don, manifestación y canción que aporta bien a la humanidad. No sería de Dios caer en la mezquindad de fomentar divisiones en vez de puntos de armonía.
Oremos por quienes admiremos para que nunca pierdan la perspectiva ni el sentido de dirección. Canalicemos cada dimensión del amor en la forma que más agrade al Señor, sume a la vida de quienes amamos y llene a todo el ser. Seamos cristianos por lo que vivamos y aspiremos a alcanzar con alma de pacto y consagración.
¡Nunca es demasiado tarde para redescubrir al alma y corazón que pueden superar las realidades de la existencia y detener al tiempo mismo! ¡Nunca es demasiado tarde para una nueva vida! ¡Ahora más que nunca, adelante en el nombre de Jesucristo!
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