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“El ser humano es una síntesis de lo temporal y lo
eterno, de lo finito y lo infinito”. --Soren Kierkegaard
El viernes 20 de mayo de 2016, cerca
del fin de la semana laboral, me enteré del fallecimiento de Ángel Antonio
“Guacho” Fourquet. Mi primer pensamiento recordando a sus hijos, fue recordar
el día del fallecimiento de mi padre. Al pensar en su compañera Nydia, recordé
la fortaleza de mi madre.
De regreso a casa, con esos
pensamientos miré hacia el cielo y hasta retraté parte de ese paisaje que se
presenta ante mí a diario. Al tomar la foto en medio de las reflexiones, como
en esos instantes en que el tiempo parece detenerse; como si la creación, ante
afanes y vorágines, decidiera hacer una pausa ante algo mayor. Me planteé:
¡Cuántas jornadas di junto a mi padre! ¡Cuántas luchas dio Guacho por esta
Ciudad con tanta historia, llamados y potencialidades!
Pensar en Guacho, es atesorar su
sonrisa y sentido único de humor, admirar cómo en la política tenía carácter, convicciones
y no malas intenciones, y sobre todo, reconocer la forma en que expandía el
mejor sentido de amor y unidad familiar para ser amigo sincero y consejero
eficaz. En el servicio público y los ideales, dio buena cátedra. En lo
deportivo y comunitario, supo ampliar horizontes e inspirar bien.
De mi recuerdo personal, está lo
aleccionador de cómo supo hacer del rol de líder en Morel Campos, el gran
modelo de cómo hacer pueblo y país. Con suma humildad, disfrutaba tanto del
juego de dominó como de la conversación que ve al prójimo y no conoce discrimen
alguno. De sus deseos para su descendencia, recuerdo lo visionario que abrazaba
las realizaciones genuinas que trascienden lo político y hasta lo efímero.
Al escribir así, estoy consciente de
que cada persona que tuvo la bendición de conocer a Guacho, podría escribir un
libro sobre él para exaltar lo que en la jornada de la existencia dio ejemplo
de la fe trazada con buenas obras y de lo que define a un buen ser humano. Ante
las páginas inéditas, procede afirmar el propósito de escribir nuevas crónicas
que honren a nuestros forjadores y edifiquen a generaciones. Haya paz para su
familia y amistades, y vida y gozo eterno para el alma que tuvo el nombre de Ángel
Antonio “Guacho” Fourquet.
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“Pero es precisamente la Resurrección la que nos abre
a la esperanza más grande, porque abre nuestra vida y la vida del mundo al
futuro eterno de Dios, a la felicidad plena, a la certeza de que el mal, el
pecado y la muerte pueden ser derrotados. Y ello lleva a vivir con mayor
confianza las realidades cotidianas, a afrontarlas con valentía y con empeño.
La Resurrección de Cristo ilumina con una luz nueva estas realidades cotidianas
¡la Resurrección de Cristo es nuestra fuerza!”. –Papa Francisco
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