miércoles, 6 de julio de 2011

Sobre las promesas

Es tradicional el rótulo en la barbería que dice “prohibido hablar de religión y de política”. Son temas que generan apasionados debates y profundo sentido de identificación; y al mismo tiempo, se producen notables dolores, negaciones y decepciones cuando ocurren fallas en el liderato religioso y en el liderato político. Analizar las fallas propias de la imperfección humana, recuerdan la cita de Jeremías 17:5 de “… maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Dios”. Superando lo literal, veo el principio de no dar a seres humanos un nivel de divinidad, sino niveles de respeto, confianza y comprensión aleccionadora. Así, abundaré un poco sobre el tema de las promesas.

Mucho se habla de las promesas de Dios a la humanidad y eso está muy bien. Ante toda crisis, prueba y adversidad, lo ideal es recurrir a la fe para desarrollar nuevas fuerzas. Por ejemplo, en II Corintios 1:19-20 dice: "Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros, por mí, Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él; porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios". En San Lucas 18:27 dice: "Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios". En San Juan 14:12-13 dice: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”. No es una caprichosa varita mágica, es cuestión de sana conciencia.

Lo que no está bien, es que no se toque el tema de las promesas del hombre a Dios; que tiene base humana y bíblica, y crea dudas que no se toque. ¿Por qué no tocar el tema de las promesas que sólo se pueden cumplir luego de recibir lo pedido a Dios? Un ejemplo de promesa lo tenemos en Génesis 28:20-22: “E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, entonces el SEÑOR será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti”. No me enfoco en el detalle del diezmo que tan diversas interpretaciones recibe, sino en el concepto de prometer a Dios en pos de cumplir lo prometido al recibir lo pedido. Es triste que ese tema de ese tipo de promesa, casi no se toque y en ocasiones se evade, pero gracias a Dios no todo está perdido. Admiro el testimonio del pastor Alex D’Castro, quien vivió el tema que tanto capta mi atención de promesas que se cumplen sólo luego de recibir lo pedido. No me refiero a lo que hay que hacer siempre, e incluso desde antes de recibir lo pedido a Dios, como las buenas obras, el congregarse o la siembre financiera. Me refiero a que D’Castro sólo pudo consagrar su talento musical luego de recibir la sanación de sus cuerdas vocales. Es cuestión de lógica y de sentido común.

La Palabra es clara: “Cuando alguno hiciere voto a Dios, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca” –Números 30:2. Fundamentar peticiones y rumbos de vida en promesas a Dios, no es atadura, es cuestión de honor. Estoy convencido de que en la medida que no se toque el tema, se seguirán agravando los problemas sociales, por lo que la mayor promesa que deseo cumplir va más allá de mí. Hay que rescatar el honor. Ante Dios y los hombres, ante el cielo y la tierra, cada cual afirme promesas que abonen a iluminar almas. Dios sabe; a Dios consagremos todo. Vivimos tiempos en que lo que se necesita son testimonios de cumplimiento con amor, visión y HONOR, para una mejor y más consagrada civilización. Todo sería mejor si cada bendición recibida no fuese un fin en sí, sino una base de pacto para hacer algo grande para Dios y por ende, para inspirar y educar; por ejemplo, habría fidelidad y paz si la bendición de la compañía idónea se basara en la promesa de glorificar a Dios. Un buen Propósito de Vida es sumar y no restar, a la vida de quienes estén con uno en el hogar, el trabajo, la comunidad, en todo lugar. La religión y la política se enaltecerían cumpliendo promesas a Dios. Así, la empresa llamada vida adquiere nuevas dimensiones. Si prometer al Altísimo es negociar con El, que así sea. El cumplir promesas es cuestión de honor y cuando resucitan sueños, se confirma que en lo que más imposible parece, es en lo que más se luce Dios. Así, se recibe la real Voluntad Divina que sea, con paz. Nos define lo que vivimos. Que cada paso determinante y gran petición se fundamente en promesa al Todopoderoso para que sea El en nosotros. Que esa nueva vida nos ubique haciendo mejor patria desde lo mejor del alma.

-Gerardo L. Berríos Martínez


1 comentario:

  1. Gerardo
    Muy sofisticada tu manera de escribir, aun asi clara. El tema de las Promesas, las de Dios y las de los humanos, es asunto que a mi parecer el ser humano se ha olvidado de ellas, talvez por lo de confiar en si mismos, osea, que se ponen la confianza en seres humanos y luego que pasa? Fallan en sus propias promesas y se convierte un caos en la humanidad.

    Me gusto ver eso de que sea una negociacion, osea, la peticion que le haces a Dios y lo que tu a su vez le prometes a Dios que haras una vez tu peticion sea cumplida.

    Pienso que si se usaran terminos finacieros, de negocios, tecnologicos y hasta de politica para explicar los asuntos de Dios hoy dia, talvez habria un mejor entendimiento para esta nueva humanidad que esta muy envuelta en las cosas de los humanos (valga la redundancia) y no en las cosas de Dios.

    Es cierto que tanto la politica como la religion son temas triviales... pero hay que explorarlos y como no, debatirlos, y ojala, que con con toda dignidad y respeto, y hasta un grado de compresion para ambas partes.
    Coqueta

    ResponderEliminar