Pretendiendo olvidar o desvirtuar el pasado, no se vive buen presente y no se logra construir bien el futuro. Las peores cadenas están en seguir la voz de la oscuridad cizañera, la disfrazada agenda destructiva que anula potencialidades, y el estilo cainista que no une ni edifica; hay que orar y desarrollar la capacidad de discernimiento para, dentro de la razonable diversidad y diferencia de opinión, y ante los golpes, jamaqueos y marcados contrastes en la vida, no optar por lo que enardece los peores instintos, sino por lo que ennoblece mediante lo que infunde paz. No dan buenos frutos los que hablan de “inclusión” al son de odio y de excluir a los que piensan diferente, sino los que saben amar y sembrar; valorar la dignidad, los méritos y el depósito divino en las almas hechas por el Creador, por encima de cualquier consideración. El pasado educa y fomenta la sana conciencia, los valores permanentes potencian en lo que funciona y fructifica, y la libertad integral se fundamenta en la fe y la constructiva visión trascendente. Aprendamos de las más admirables crónicas de la historia y de la Biblia, que confirman que los sabios buscan consejo de los ancianos, respetan, son humildes y no soberbios, y crecen en la medida que superan lo pequeño para consagrar todo lo mejor del ser y los dones dados por el Señor, al servir con excelencia. Veamos un gran y vigente pensamiento: “El pasado inmediato nos dice que lo que se debe hacer se puede hacer, aunque parezca imposible en el momento en que se formula y se acepta ese deber. Era increíble hace un cuarto de siglo lo que hoy está a la vista de todos los puertorriqueños. Un pueblo que confía en sí mismo tiene que proporcionarse constantemente la forma de transformar la esperanza de un tiempo en la historia de otro tiempo” -Luis Muñoz Marín, 1964. Dios ilumine a todos.
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