De lo que no se quiere hablar…
De lo que no se quiere hablar es de lo que más hay que hablar. Veamos:
1. Es cierto que no deben haber murmuraciones, difamaciones, intenciones de descrédito y enfermizas agendas para canalizar celos y frustraciones, o buscar lograr unas cosas y/o escalar posiciones, a base de juzgar y atacar a otros. Es cierto que es mejor orar por las personas constructivamente que hablar destructivamente. Reconozco buena intención en la esencia del tradicional pensamiento de “no hablar de los hombres de Dios”. Sin embargo, con el paso del tiempo eso se ha ido deformando y manipulando y hay quienes abusan de eso. En casos en que haya corrupción, rodo, abuso sexual o cualquier otro acto delictivo por parte de cualquier pastor, sacerdote, obispo o persona con nivel de jerarquía en un altar, no procede el silencio, sino señalar y buscar el auxilio de las debidas autoridades. A quien mucho se le da, mucho se le exige; lo que no anula el deber de asumir responsabilidades ante las leyes de los hombres y antes las leyes de Dios, sino que lo acentúa. Una cosa es el chisme que se condena en Proverbios 26:20, y otra cosa es la razonable expectativa y vigilancia ante quienes asumen sagrados deberes. Es vital buscar desarrollar la capacidad de discernimiento para separar al grano de la paja; rechazar lo que es el injusto ataque al siervo de Dios y avalar lo que echa fuera a mercaderes y lobos disfrazados de cordero.
2. Vivimos tiempos en que correctamente se habla de las promesas de Dios al hombre. Eso es algo muy necesario para que cada alma en soledad, depresión, problemas y angustia, busque potenciación en la Biblia que no es un libro de historia o fantasía, sino Palabra de Vida del Señor. Sin embargo, se da la serie falla de que no se quiere haber del tipo de promesa del hombre a Dios que sólo se cumple luego de recibir lo pedido a Dios. Un ejemplo sencillo es el del estudiante que ha fracaso en los estudios, reconoce que sólo un milagro le puede permitir graduarse y promete que de lograrlo, presentará el diploma ante el altar. No significa eso que ese estudiante servirá sólo de recibir lo pedido, sino que como parte de una nueva vida, incluye los términos de una promesa para perfeccionar el proceso. ¿Cuál es el temor a los términos de una promesa? Consciente de que con la misma medida con que mida seré medido, estoy convencido de que cualquier pastor, sacerdote, obispo o persona con nivel de jerarquía en un altar, que no tenga la capacidad e cumplirle a Dios, ni merece ni debe estar en tal responsabilidad. Se necesita un nuevo tiempo en que libros y mensajes dejen de ser más de lo mismo, para transmitir testimonios edificantes de testimonios reales.
3. Es bueno que las iglesias tengan ministerios y cuerpos de líderes. Sin embargo, eso no es para que pastores, sacerdotes, obispos o personas con nivel de jerarquía en un altar, dependan de eso y dejen de hacer la obra social, ya que son ellos los primeros que deben dar cara y ejemplo. El Salmo 23 enseña los deberes pastorales hacia las ovejas y la medida del amor, la entrega y la vocación, crea los lazos que hacen verdadera y fructífera Iglesia. En San Mateo 25:34-40, el Señor no pregunta sobre la música que se aparenta escuchar o por otras apariencias o distracciones, sino sobre la fe puesta en acción. En Santiago 2:14-17 se incluye la siguiente expresión: “la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”.
De lo que no se quiere hablar, es de lo que más hay que hablar. Porque a Dios consagro todo y en esa fe siembro y persevero, como hombre con virtudes y defectos, con motivos de gratitud y de lucha, espero que mis pensamientos, abonen a la introspección y al pensamiento creativo y constructivo. Dios ilumine a todos.
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