domingo, 18 de noviembre de 2012

Dios bendiga…


 

·         La profecía bíblica toca de manera especial a la nación de Israel. Desde 1948 se restableció como una nación. Es evidente el cumplimiento de la Palabra. Dice Deuteronomio 7:6: “Porque tú eres un pueblo santo para Jehovah tu Dios; Jehovah tu Dios te ha escogido para que le seas un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra”.

 

·         La Biblia dice: "Pero vosotros sois generación escogida y nación santa, un pueblo especial para que proclameis las alabanzas de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; quienes un tiempo no eran pueblo pero que ahora sois pueblo de Dios" (1 Pedro 2:9-10). “Porque la promesa a Abraham y a su descendencia, de que sería heredero del mundo, no fue dada por medio de la ley, sino por medio de la justicia de la fe” (Rom.4:13).

                      

Hay llamados a pueblos, y hay llamados a individuos. Lo que puede retrasar el llegar a un destino son las fallas dadas en el proceso, o perder la dirección. Sobre los ataques, las persecuciones, las injusticias y las teorías fabricadas para engañar y manipular, dice la Palabra: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (San Juan 16:33).

 

Somos llamados a creer y perseverar. Somos llamados a ser íntegros. Jesús combatió la religiosidad sin esencia real y sacó a los mercaderes del templo que sin duda vivían la hipocresía. ¡Emulemos ese valor! Como he escrito: “Prefiero enfrentar las consecuencias edificantes de la honestidad, que recibir los aplausos ciegos que se dan a las mentiras agradables”. Por todo lo que vale la pena seguir adelante, ¡Adelante!

 

Dios bendiga a Israel. Dios bendiga a Estados Unidos y a todo pueblo que eleva la mirada al Altísimo y reconoce que se agrada a Dios en la sabia forma constructiva de servir bien y así, dar Luz. Dios bendiga a Puerto Rico, Isla del Cordero. Dios bendiga e ilumine a toda vida que opte por constituir todo su ser en “nación santa”, en la medida del alma que se consagra, vive lo que predica y reconoce que Jesucristo es el Señor.

 

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