Ha expresado el juez federal Juan R. Torruella, que la
celebración de las elecciones del 2016 en Puerto Rico resulta ser “superflua” por
la Junta de Control Fiscal. No estoy de acuerdo con esa opinión, pero no me
sorprende.
Procede recordar que las elecciones de 1980 en la Isla
generaron serias controversias y los resultados con relación a la Gobernación
siempre quedaron en entredicho. Las controversias llegaron a los Tribunales, en
especial la de los “Pavazos”.
En ese entonces, el Tribunal Supremo de Puerto Rico
validó papeletas con la cruz arriba de la insignia del PPD en vez de debajo de
la insignia, estableciendo así el principio de la “intención del elector”. El
PNP objetó eso y acudió al Tribunal de Distrito Federal y el Juez Torruella
ordenó que no se validaran esos votos.
Ante ese clásico republicanismo de invalidar votos, el
PPD acudió al Tribunal Federal de Apelaciones en Boston, en defensa del voto y
del derecho de los electores. En la lucha para que no fueran eliminados esos
votos, el comisionado electoral el PPD, Héctor Luis Acevedo, fue arrestado por
no acatar el dictamen de Torruella y optar por acatar la decisión del Tribunal
Supremo de Puerto Rico.
Ante ese abuso de poder que indignó al país, Héctor
Luis fue liberado y el PPD triunfó en Boston, lográndose una victoria que
validó la soberanía del ELA. No es de sorprender que quien en ese tiempo creó
un peligroso choque de jurisdicciones y buscó invalidar votos (pudo generar una
guerra civil), vea como superfluas unas elecciones.
Merece respeto la opinión del juez Torruella en el legítimo
ejercicio de sus derechos. Sin embargo, la perspectiva histórica nos confirma
que el ejercicio electoral no es superfluo, que en el poder del voto está el
valor de la democracia, que hay que validar la intención del elector, y que el
tema de la Junta no es cuestión de status político.
La realidad de la Junta de Control
Fiscal surgió por una deuda causada por malas prácticas administrativas, no por
el ELA. Pretender culpar al ELA por la crisis económica y buscar la destrucción
de tan buen sistema democrático-constitucional en base a manipular ese tema, es
tan irracional, como si en un hogar se pretendiese demoler la casa propia que
tanto requirió levantar y edificar, por las fallas administrativas del jefe o
la jefa de familia.
En el balance justo, hay que ver los
tiempos de bonanza con el ELA y las lecciones de esas experiencias para
recuperar el buen camino. Voy más allá: El ELA es más que funcionarios de turno
y se fortalece con el voto sabio. El ELA tiene validez y vigencia ante
cualquier camino. Por ende, reconocer y valorar al ELA es un acto de razón,
corazón y afirmación. Estamos en el mejor momento para hacer del
perfeccionamiento del ELA, el Gran Proyecto de País. Adelante… Dios ilumine a
todos.
·
Preserva siempre tu voluntad, claridad de
entendimiento, sensatez y firmeza de decisión. Esa es tu fuerza…”. –Luis Muñoz
Marín
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