Cuando ocurren
tragedias criminales que consternan a todo el país, surge inmediatamente la
sugerencia de volverá establecer la pena de muerte en Puerto Rico.
¿Por qué unos casos
impactan más a la opinión pública y el sentir de pueblo, que otros? ¿Por qué
una gran mayoría de casos chocan ante la indiferencia, se ven como triste
rutina y lamentablemente quedan impunes los crímenes?
Hay veces en que el
pueblo se indigna ante lo injusto, pero hay veces en que se promueve una mayor
consternación hacia los que más tienen.
Ante la propuesta de
restablecer la pena de muerte, hay que ver que eso ya es un hecho en las
muertes que hacen correr sangre en el país.
Sobre la pena de
muerte que implementa el Estado, lo primero que hay que reconocer es el que la
Biblia y el cristianismo NO van en contra de esa pena.
En la Biblia se
reconoce la pena de muerte para quien es digno de recibir ese castigo; y Jesús
dijo que no vino a eliminar ya Ley, y que el que a hierro mata, a hierro muere.
Con toda sinceridad,
veo que en un impulso de u8n momento dado, se clama por la pena de muerte, pero
lo más probable es que en el momento de la decisión para emitir un voto a favor
de esa enmienda constitucional, dominará el “ay bendito” y el criterio partidista
y se votará “No”.
La evidencia está en
que en la votación del 19 de agosto del año en curso, el electorado que participó
rechazó la enmienda que proponía limitar –NO eliminar- el derecho absoluto a la
fianza. Al apoyar el “Sí”, escribí en aquel entonces:
“Porque se
propone dar la discreción para limitar el derecho a la fianza en casos que
afectan y consternan a todo un pueblo y no se elimina el derecho a la fianza,
votaré ‘Sí’. La enmienda constitucional
propuesta es una vía salomónica que propicia superar el partidismo y el cainismo,
para enfrentar al crimen. Seamos solidarios con tantas víctimas y hogares
enlutados. Busquemos lo mejor para lograr y consagrar una buena civilización.
Voto ‘Sí’ a limitar la fianza”.
Brillan por su
ausencia los ideólogos que tergiversan el término “derechos” olvidando a las
víctimas y presentando un cuadro surrealista de la vida y la realidad; pero que
conste que NO le reprocho a quienes votaron “No” en ese entonces, por la tragedia
del crimen que hoy azota al país. Enfoco el punto de que si no fue posible
limitar la fianza, no veo que se logre el apoyo para establecer la pena de
muerte.
Voy más allá:
El problema de la pena de muerte no está en el concepto, sino en las fallas del
sistema, los errores en que inocentes han caído presos, y las desigualdades en
que el poder del dinero logra que el brazo de la justicia no toque a unos.
En adición,
seamos sinceros: No se ve la pena de muerte en la misma forma cuando quien
falla es un familiar, amistad o ser querido.
La acción en
contra del crimen y de toda acción que va en contra del orden y la paz (como
violencia en el hogar, abusos, burlas, traiciones y engaños, “bullying”, “moobing” y tantos otros males), requiere partir de decisiones valientes,
justas y visionarias.
¿Qué hacer ante el
crimen? No proceden los libretos memorizados y las teorías utópicas. Tampoco
procede hacer sentirse culpables y señalar que el problema es de todos sin
establecer formas concretas para ser parte de las soluciones.
Ante las fallas del liderato
gubernamental y político, procede un Pacto Social; lo que significa que
funcionarios de diferentes partidos e ideologías, se unan en el apoyo de medidas para enfrentar al país y fomentar una mejor
calidad de vida.
Ante las fallas del
liderato religioso y de otros niveles, procede la Nueva Cumbre Social; lo que
no es un junte para justificar comida y bebida gratis, sino un esfuerzo para
fomentar un mejor país desde las raíces individuales, familiares y
comunitarias.
La gran petición de
Salomón a Dios fue sabiduría, luego de dar el mejor y mayor holocausto –la
mejor y mayor ofrenda- al Altísimo. Con sabiduría Salomón gobernó bien, y la
consagración hizo una gran nación. Con sabiduría se puede mucho. Consagremos y
ofrendemos una vida que da vida la vida. Dios ilumine a todos.
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