En este mundo, no hay persona ni lugar exento de pruebas y dolores. Dice
Jesús: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis
aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. –San Juan 16:33
Al orar
ante la tragedia criminal y las muertes sin sentido de inocentes en Connecticut,
recordemos que para hacer un nuevo mundo, la tarea comienza en cada alma, cada
familia y cada comunidad. Requiere mucho más que libretos y ceremonias.
No nos
conformemos con la solidaridad lejana y no busquemos ser solidarios solo con
quien comparta con uno unas ideas y/o unos orígenes. Recordemos que todos
habitamos el mismo planeta y hasta los más equivocados tienen derecho al
Damasco.
Requiere
que perseveremos con fe, amor, valor y honor. Requiere que busquemos ser parte
de la soluciones. Requiere que busquemos ser mejores seres humanos en nuestros
dramas y escenarios. Requiere que superemos el odio y el fanatismo.
Requiere
que toda persona en posición de autoridad, busque dar buen ejemplo. Requiere
que la dinámica política y gubernamental procure un país de crecimiento y
progreso integral. Requiere que la dinámica religiosa promueva consagración
real.
Requiere
que busquemos educar y forjar con sabiduría y tomar heroicamente acciones
efectivas en contra del “bullying” y el “moobing”,
en contra de abusos e injusticias y a favor de la vivencia que agrada a Dios y
no da espacio al crimen y la violencia.
Busquemos vivir y dar paz; Con la fe, conciencia y
corazón que supera palabras... Con esa perspectiva de que nos defina lo que
vivamos para dar vida a la vida, oremos…
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