martes, 8 de marzo de 2016

El caso del niño Lorenzo entre reclamos de justicia.

En el 2010, hubo una mañana que jamaqueó al país con la noticia sobre el asesinato de un niño. De inmediato, el caso captó la atención del país por su naturaleza. En una Isla con limitada extensión territorial en que hay demasiado clasismo, el caso abonó a colocar sobre el tapete que no hay niveles socioeconómicos exentos de conflictos, y que tras meras apariencias se ocultan familias y personas quebrantadas.    
           
Cuando ocurrió el crimen, el niño Lorenzo González Cacho tenía ocho años. Según la historia publicada en medios, un drama comenzó cuando Ana Cacho llevó a Lorenzo al Centro de Diagnóstico y Tratamiento (CDT) de Dorado a eso de las 5:30 de la mañana. Dijo la madre del menor ahí, que el niño se cayó de la cama en la residencia (en Dorado del Mar) y que su hija le avisó que estaba lastimado.
                              
La lógica dicta que hay una responsabilidad primaria en adultos a cargo de menores. La opinión pública pregunta: ¿Qué hubiese ocurrido con los adultos responsables de haberse dado los hechos en un barrio, comunidad o residencial público? Luego se confirmó que fue un terrible homicidio.

El 8 de marzo de 2016, seis años después, se radicaron cargos contra un hombre manco, y hay un razonamiento lógico que alimenta la duda: ¿Cómo es posible sujetar y agredir con una mano a un niño de 8 años que en fotos se ve saludable, vivo, y que practicaba deportes? ¿Cómo es posible que no se escuchasen los gritos del niño?  

El caso del niño Lorenzo entre reclamos de justicia, requiere una solución que elimine dudas y que no quede como herida abierta. Imposible que sea voluntad divina la impunidad. Muy correcto es el pensamiento de que la paz es fruto de la justicia. El país entero necesita más justicia. Ojalá que el hombre manco no sea una nueva versión de Lee Harvey Oswald. Reclamos de justicia para Lorenzo y para otros casos siguen ahí…





  

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