En la Reforma Laboral que se impulsa en Puerto Rico, lo único que se ha
visto con buenos ojos es la eliminación de la Ley de Cierre. En el trámite de esa
legislación, veo temas de fondo que trascienden a funcionarios de turno,
ideologías y resultados electorales. Un razonamiento lógico dicta que esa legislación
hubiese sido promovida de todas formas, por factores de fondo como los
siguientes:
·
La presión de los empresarios a los gobernantes para
recortar beneficios y conquistas laborales (lo que puede estar atado al
inversionismo político).
·
La enraizada cultura empresarial del país que busca
sacar el máximo del empleado y trabajador, y darle lo menos posible en
beneficios.
·
En los peores casos, se manipula lo religioso para que
la persona dé gracias por tener beneficios limitados, o por tener un sueldo sin
beneficios como el bono navideño.
Es hiriente cuando -al estilo de lo censurable del
limitante insularismo- se tergiversan conceptos para fomentar un selectivo
conformismo (que justifica restarle a muchos y nada regatearle a unos pocos),
manipular y establecer que hay que agradecer el sueldo limitado o beneficios
recortados (en vez de afirmar méritos y apoyar a los trabajadores y a quienes
tanto se esmeran y perseveran honestamente).
Para que la Reforma Laboral supere en algo las
críticas, debería crear 200,000 empleos en el cuatrienio. Aun de lograr algo
así, está lo amargo de perder justos beneficios.
Para que Puerto Rico alcance nuevos niveles de
desarrollo integral y progreso ejemplar, necesita una nueva mentalidad y
conciencia empresarial y administrativa: Se debe fomentar la productividad y el
entusiasmo que forja los logros de toda empresa, mediante el más justo y mejor
salario y los mayores beneficios. La humildad no es conformista, no avala
abusos y potencia lo correcto. El agradecimiento no es para justificar miseria
e inequidad y se engrandece en lo digno que hace a mejores seres humanos y
fortalece a todo un pueblo.
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