domingo, 29 de enero de 2012

Ante la tragedia de la indiferencia

Hoy es domingo 29 de enero de 2012. La semana pasada causó consternación en Puerto Rico el suicidio de alguien en el Departamento de Hacienda. No es la primera vez que la crisis abona a suicidios.



Siempre recuerdo que hubo suicidios cuando cerró la CORCO y desde esa fecha en adelante, lamentablemente se impone el estilo del tema de moda, en que en vez de profundizar para buscar soluciones, se habla del tema cuando algo impacta y luego se olvida para dar paso al nuevo tema que capte la atención.



Lo decepcionante ante el más reciente suicidio, es la línea de argumentación religiosa de que la persona “debió esperar el milagro de Dios”. Es decepcionante porque tergiversa lo perfecto de la Palabra y trata de ocultar detrás de una apariencia de fe, un total desconocimiento, crasa indiferencia ante el dolor humano y la necesidad de unas verdaderas palabras inspiradas por el Señor que infundan paz, sabiduría y valor.



En tiempos de crisis y violencia, lo más que se necesita es el liderato religioso con la capacidad para ofrecer desde la obra, asistencia legal a quienes estén en riesgo de perder vivienda y propiedades, o incluso ayuda económica en casos meritorios.



No basta con decirle “espera el tiempo de Dios” o “espera el milagro de Dios” a quien está frente al precipicio en casos como citaciones judiciales, tragedias, muertes, ruptura del hogar o el inminente desahucio. Se necesita mucho más y Jesús nos confirma que no se limitaba a predicar, sino que alimentaba, sanaba y libertaba.



El liderato político, gubernamental y en otros niveles también tiene que cumplir lo que le corresponde a cabalidad. Es cuestión de asumir responsabilidades, lo que no armoniza con la indiferencia.



No funciona recitar los libretos de condenación, o abusar del amor y perdón infinitos de
Dios para seguir en la ruta equivocada. Hace falta escuchar y entender, dar la atención individual que procede para caso y buscar propiciar alivios y soluciones reales; ponerse en el lugar de la otra persona para ser más comprensivos y efectivos.



Hay quienes interpretan que han perdido todo y se suicidan. Otros caen en vicios o enfermedades mentales. La realidad es que eso es abonado en buena medida cuando no llega un liderato espiritual y religioso que no sea indiferente. Se necesitan con urgencia AHORA, los que y las que, ante las pérdidas reales y notables den luz con los mayores motivos de fe, vida y perseverancia. La enseñanza de que “vale la pena seguir adelante” no fluye ni se desarrolla desde la indiferencia.



La indiferencia justifica:



·         Tergiversar el concepto de alabanza y adoración para establecer que basta con escuchar todo el tiempo cierta música o ver ciertas películas (incluyendo unas promociones comercializadas que se parecen mucho a la ‘payola” y un nivel de contienda que pretender imponer a Dios el medio de comunicación y edificación, y condenar a quien no sigue la misma onda), y no hacer obra social. En los peores casos, no se reconoce al que necesita ni en la propia congregación, y no se fomenta una integral nueva conciencia y el ver y vivir cómo se multiplica la bendición desde la sincera y solidaria mano amiga.



·         Tergiversar el concepto de que las ovejas paren ovejas y los pastores pastorean, para evadir las responsabilidades mayores que está en el nivel pastoral de evangelismo y atención al necesitado. En los peores casos, no hay igualdad en el trato a todas las ovejas y el lente de la posición en la comunidad y el nivel socioeconómico influye demasiado.



·         Despachar oraciones, mensajes, talleres, predicaciones y consejería con libretos memorizados para facilitarse la vida. En los peores casos, se tergiversa lo de orar en común acuerdo y se busca aprovechar ser vistos en escenas dramáticas para sacar ventajas publicitarias (olvidando lo que dice la Biblia sobre el respeto y el amor, el temor a Dios, la humildad y sobre orar en el lugar secreto).



·         No querer hablar de los temas que más hay que hablar, como presentar el concepto del perdón en forma completa (que no es solo personar, sino pedir perdón con verdadera decisión y voluntad de cambio), o el tema del cumplimiento de promesas. En los peores casos, se abusa de la estrategia de infundir miedo o culpar.



·         Tergiversar lo sagrado de las ofrendas (es bíblico tanto diezmar como ofrendar y eso hay que respetarlo), para pedir ofrendas en el estilo de la carambola: “Si se concede lo pedido digo que es por mí y si no se concede lo pedido digo que es por culpa de la persona”. En los peores casos, se comienza cada año buscando siembras significativas con la misma declaración de que se cumplirán todas las peticiones, sin dar testimonios de lo vivido, realizado y cumplido.



Sé que cada cual que lee estas palabras, podrá sumar más ejemplos a la lista de muestras de la tragedia de la indiferencia en el nivel en que más conciencia trascendente, sensibilidad y humanidad debería haber. No obstante todo lo anterior, procede reafirmar las fuerzas positivas del libre y sabio creer, orar, amar, sembrar y obrar, con todo lo mejor del ser y con toda la intensidad que trasciende y supera todo.



Consciente de que la Ley de siembra y Cosecha aplica a todos y que con la vara que midamos seremos medidos, veo que procede no idolatrar al liderato religioso, sino orar por el mismo, aconsejarlo y bendecirlo para que se superen a sí mismos y se permitan ser efectiva y constructivamente usados por el Altísimo.



No promuevo atacar, condenar o juzgar. Promuevo ser inteligentes y prudentes en cada paso (desarrollar la capacidad de discernimiento para buscar agradar a Dios en cada detalle de la vida y el servir, y no ser presa de manipuladores), bendecir y orar por una nueva generación de consejeros, sacerdotes, pastores, obispos, ministros y todo liderato religioso en todas las denominaciones, para que en verdad den luz al mundo por la presencia de la Luz Suprema en ellos.



En lo inmediato, la mejor forma de superar la tragedia de la indiferencia es no fundamentarse en seres humanos falibles y finitos (sean líderes religiosos, políticos o de cualquier otro nivel), sino pedir a Dios la capacidad y la sabiduría para hacer una diferencia positiva en la vida de los demás partiendo en un nuevo sentido de bendición y realización para fructificar en la vida de uno mismo.



Que lo que mejor nos defina sea lo que vivamos. Somos llamados a buscar ser bendecidos para bendecir. Somos llamados a hacer y sembrar el bien. Somos llamados a la consagración que es fe en acción. Así, se edifican y unifican generaciones. Así, de perseverar con amor, fe, valor, visión y honor se trata la vida. Dios tome pleno control; a Dios consagro todo con plena conciencia de que El conoce el alma y cada detalle de fe y perseverancia. Así, persevero. Adelante...

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