El año pasado la tierra tembló en Puerto Rico para este tiempo y se necesita mucho más que la trivialidad de relatar lo que se hacía en ese momento en tono de broma.
Se necesita recordar para ver si entendemos, crecemos con fe en obra y valoramos una Noche Buena con vida y la oportunidad de creer, amar y perseverar en pos de forjar una nueva realidad.
No procede adjudicar todo a “señales del fin”, al ser los terremotos y fenómenos atmosféricos parte natural del gran hogar llamado Tierra en el cual todos habitamos.
Procede fomentar la integral humildad ante la majestuosidad de la creación y las responsabilidades inherentes a hacer patria en donde estemos.
Podemos proponernos, desde lo que se vive que es lo que mejor define a uno, regalarle a Jesucristo una vida guiada por amor y vivida en sabia razón; una vida que en cada paso de cambio y progreso para edificar y fructificar, dé testimonio de la realidad que ilumina. Dios ilumine a todos.
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