lunes, 21 de noviembre de 2011

A Sandra Zaiter:

Al felicitarle en la gran celebración de vida en fe, amor y testimonio que es su cumpleaños, mi saludo a usted lo consagro al Todopoderoso que conoce las realidades, los misterios y los propósitos de la vida.

Recuerdo que siendo niño, me llevaron a verle y saludarle. Junto a usted, alguien tenía disfraz de abeja y aunque hay escenas que se me escapan en el recuerdo, no olvido que su beso en la mejilla de los niños era de corazón puro, humilde y sincero.

Hoy, diariamente consagro mi trabajo al Señor. Al salir de casa en la mañana, la bendición que sigo recibiendo de mi madre es gran señal, ya que ella está viva por milagro de Dios.

Cuando usted me saludó aquella vez en Ponce, estaba de pie, sostenida en sus dos piernas. Sin embargo, en estos momentos usted está más de pie, sostenida en la fe y el amor; el respeto y el agradecimiento de incontables almas.

Su sonrisa brilla en los testimonios de los que siempre mantienen un niño interior (niño que siempre busca vivir y hacer el bien y no pierde ilusiones y esperanzas), como este servidor. Su mensaje positivo palpita en cada testimonio de bien que transmite valores a las nuevas generaciones. Su voz en la medida de la consagración, es como onda expansiva.

Le deseo todo bien que supere las palabras que armonice con sus oraciones, y sobre todo, paz y plenitud. Sea más que bendecida.

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