La fragilidad y brevedad
de la vida acentúa la necesidad de crecer de verdad para hacer y sembrar el
bien, y confirma que la Equidad es buena y agrada a Dios. Es comprender que
todo lo mejor del ser humano nace y obra desde la conciencia que todos somos
hijos de Dios; que todos compartimos la misma naturaleza humana en el mismo
planeta.
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