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“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos
ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho
mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo”. --2 Corintios 5:10
El Día de los Fieles Difuntos se
identifica como una actividad del “catolicismo” para el 2 de noviembre, para
recordar a quienes han partido de este mundo (desde la perspectiva de fe, a
quienes se han adelantado al encuentro con el Señor). Con el debido respeto,
coloco “catolicismo” entre comillas porque el sentido de dignidad, honor,
justicia y conciencia hacia las almas de quienes han partido, debe aplicar a
todos, indistintamente de creencias y lugares de congregación.
Con toda sinceridad, reconozco que
hay quienes dejan buenos recuerdos y hay quienes no dejan buenos recuerdos. Una
triste realidad es el olvido que domina en términos generales hacia los
difuntos. Por eso, cuando se dan espacios de tiempo para recordarles, o para
dedicar un pensamiento misericordioso hacia quienes fallaron, es todo un
mensaje para fomentar lo humano y cristiano (lo humano para no perder la
sensibilidad y la memoria; lo cristiano para hacer el bien en todo con amor).
Reconozco que existe el debate sobre
si orar o no orar por los muertos. No se busca torcer la mano de Dios, sino
interceder y canalizar intensos sentimientos, en el nivel de lágrimas que son
rocío y el mejor incienso hacia el Todopoderoso. Considero que es un debate
estéril y que fomentar contienda es mucho peor que lo que se critica. Lo más
propio es respetar el amor hacia quienes han fallecido y apoyar para que se
pueda seguir perseverando dando los más edificantes y constructivos alcances a
tal amor.
El mensaje del Día de los Fieles
Difuntos le habla a todos. El mensaje llama a no olvidar, y a no morir en vida
por cargas y recuerdos. El mensaje llama a buscar dar vida a la vida, para
honrar las mayores lecciones y generar nuevos testimonios que establezcan una
cadena de generaciones fundadas en sabia fe en acción y amor con poder. Gozo
eterno a quienes han partido, y luz a quienes buscan forjar bien.
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“Maestro, ¿cuál es el gran
mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande
mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De
estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”.
--Mateo
22:36-40
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“Reposará en la estepa la equidad, y la justicia morará
en el vergel; el producto de la justicia será la paz, el fruto de la equidad,
una seguridad perpetua”. --Isaías 32:16-17
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“Dijo Jesús: Yo
soy la resurrección y la vida, quién cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y
todo aquél que vive y cree en mí no morirá para siempre”. --Juan 11: 25-26
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“Había un hombre
rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con
esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta
de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la
mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que
murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también
el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y
vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo:
Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta
de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta
llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu
vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú
atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y
vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden,
ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a
la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a
fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo:
A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre
Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas
Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán
aunque alguno se levantare de los muertos”. --Lucas 16:19-31
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“Así también la
fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y
yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis
obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y
tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No
fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo
Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que
la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham
creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros
veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.
Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió
a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin
espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. --Santiago 2:
17-26
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