“Desde valores que entroncan sus raíces en los lazos que nos unen al infinito
es que podrán enfrentarse y superar las tempestades con que nos azota la vida
cuando nos lanzamos al mundo. En esa aventura quisiera que recuerden un episodio
narrado en tres de los evangelios muy favorito de las reflexiones de mi esposa
Nelsa:
Jesús había estado predicando y sanando todo el día y estaba sumamente
cansado. Les pidió a los discípulos que se echaran en una barca al mar de
Tiberiádes para alejarse un poco de la gente y descansar. El pobre estaba tan
exhausto que enseguida quedó dormido. Y de repente se desató una tormenta, y la
barca se jamaqueaba y Jesús seguía dormido como un bebé. Los apóstoles se
morían de miedo porque creían que iban a naufragar, que iban a morir. No
aguantaron más y despertaron a Jesús. Jesús no podía creer el miedo que vio en
los ojos de sus discípulos. Se paró, mandó a calmar las aguas y el viento, e
increíblemente... se calmaron. Los discípulos quedaron boquiabiertos y se
decían, pero quien es este que hasta los vientos lo obedecen...Jesús les dijo:
‘hombres de poca fe.......’
La vida es como el lago que en momentos está bien tranquilito y en otros momentos
está borrascoso. Todos somos la barca que navega por ese lago. Los discípulos
representan nuestros miedos y emociones. Y Cristo es el constante que siempre
está en la barca con nosotros listo para apacentar las aguas y el viento cuando
se lo pidamos. Si cuando ustedes se encuentren en encrucijadas difíciles
recuerdan que él está montado en la barca, no tienen porqué dejar que el miedo
o la inseguridad los dominen. Con Cristo en la barca se pueden enfrentar a las
tempestades de la vida sabiendo que aunque duden por unos momentos harán lo
correcto, lo valiente, lo ético, lo que producirá el bien común, lo que surge
del amor”.
--Rafael Hernández Colón
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