domingo, 19 de junio de 2016

Lo humano puede brillar con santidad.

El verdadero significado de ser “santo(a)”, es decisión y vivencia que supera un ritual de canonización, una imagen o teorías sobre lo que define a una “persona buena”. Ser “santo(a)”, es dedicarse al Señor. Eso no es equivalente a apartarse del mundo, juzgar a todos los demás como si fuesen inferiores, tomar lo religioso como un medio de manipulación para servirse de los demás u optar por un celibato forzado.
           
Eso significa hacer que sea una Gran Realidad en todo en la vida, el dedicar TODO al Señor y preguntarse ante cada decisión y camino: “¿Sirve sabiamente, con amor y a cabalidad, y sobre todo le agrada al Señor?”. No todo ante las congregaciones tiene santidad y mucho en el diario vivir potencia humildemente con suprema santidad. Por eso es vital orar por el liderato y por todos, y tener capacidad de discernimiento.
                   
Así, al dar trascendencia a lo cotidiano y la vocación, TODA alma puede vivir en santidad; en todo trabajo y toda función que forma y sirve bien. Así, mi primer y gran modelo de santidad fueron mis padres, y al presente lo sigue siendo mi madre que vive como un real milagro divino. ¡Gloria a Dios! ¡GRACIAS Señor! Somos llamados a unir y restaurar, con la certeza de que Dios está con nosotros, nos bendice y fortalece en las causas justas y en lo correcto que es fe en acción con buenas obras y amor con poder.
                          
Hay santidad en toda expresión de sincero amor, en la voluntad de maximizar la espiritualidad que se recibe en oración y congregación, en toda acción para sembrar el bien y la potenciación edificante al prójimo, en el esmero para trabajar con excelencia, en el valor para no avalar abusos y corrupción, en la decisión de ejercer toda autoridad con humildad y sabiduría, en lo propio de dar transmitir efectivos testimonios y educar con el ejemplo, en fin, en todo lo que define a crecer como mejores seres humanos.
           
Ante estas reflexiones, procede ver parte de la canción “Un hombre de verdad”, del gran alma con dones, belleza inenarrable, energía, llamado único y presencia sin igual con el nombre artístico de Melina León:
·         “Si me vuelvo a enamorar
esta vez le quiero dar, mi corazón,
a un hombre de verdad”.
                                                      
En eso y en grandes méritos de Melina hay santidad. Desde la canción, lo que define a un hombre de verdad es la determinación de dar consagradamente, con sabiduría y puro corazón, todo lo mejor de su ser. Ser “cristiano” no es religión, un género musical o una marca comercial. Ser “cristiano” no es ser perfecto o inmune a lo que afecta al mundo. Ser “cristiano” es ser creyente; lo que infunde una naturaleza revolucionaria al palpitar, al ver, creer, pensar y hacer. TODA alma puede perseverar y vivir en santidad en el fomento de paz integral y progreso con equidad. Dios ilumine a todos.




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