¿Qué se puede pensar
de ciertos líderes religiosos que censuran duramente el juego, pero indican que
si la persona juega y gana que lleve el dinero a la Iglesia y diezme y ofrende
para entonces tener santificado eso? Ciertamente es un proceder inmoral el condenar
y demonizar algo con la disposición de buscar los frutos de eso.
La realidad es que
tal como ocurre con el alcohol, el pecado no está en el beber, sino en el
abuso. El mal no está en jugar y probar suerte, sino en convertirlo en un vicio
que sacrifique los ahorros familiares y
condene a la miseria. Igualmente es condenable el mensaje de ciertos líderes de
tergiversar lo sagrado de la siembra financiera para tomar el máximo de cada
bolsillo y justificar ganancias en base a la miseria de muchos.
La realidad es que en
sabia administración, luego de cubrir los gastos esenciales del dinero
honestamente ganado en la vía digna y ahorrar algo, hay plena libertad de
disponer de una parte modesta para probar suerte. Se puede jugar sin caer en un
vicio. Nuevamente es como ocurre con el alcohol: Si el alcohol le da problemas
y no tiene control, no beba; y si el juego le da problemas y no tiene control,
no juegue.
La gran verdad es que
Dios emplea los medios que Él deseo para responder, obrar y bendecir. Por ende,
si juega y pierde, tenga serenidad y siga perseverando en el buen camino;
haciendo el bien con los recursos disponibles y demostrando que es merecedor(a)
de más y que ciertamente hará más bien en la medida de más recursos. Si juega y
gana, sea humilde, no olvide sus pensamientos de cuando tenía limitaciones
económicas y propóngase dar testimonio de que se puede convertir la ganancia del
juego legítimo en canal de integral bendición, creando nuevos y mejores
paradigmas y sin sujeción a los manipuladores y las mentes confusionistas.
Adelante…
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“… yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia”. –San Juan 10:10
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