Hoy es 30 de enero de 2016, y es interesante que en la Biblia, en Números
30, el mensaje literal se enfoque en la importancia de cumplir votos, lo que
son promesas y juramentos. Es un hecho que los mayores votos ocurren ante un
altar, como el ser presentado al nacer, el matrimonio y el optar por una
vocación de consagración mayor.
Por lo anterior, al ver Números 30 en lo literal y más allá, encontramos la
importancia del respeto en todos los sentidos; de buscar y comunicar La VERDAD.
Es la suprema exaltación de la VERDAD de que el hombre Sí puede hacer Pacto con
Dios.
De lo que no se quiere hablar es de lo que más hay que hablar. Como
poderosa muestra, el tema de las promesas que sólo se pueden cumplir luego de
recibir lo pedido a Dios, es el tipo de promesa que aunque algunos pretendan no
hablar de eso, o estigmatizarla negativamente como “trueque”, tiene base
bíblica.
Un ejemplo de promesa lo tenemos en Génesis 28:20-22:
·
“E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me
guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para
vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, entonces el SEÑOR será mi
Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo
que me dieres, el diezmo apartaré para ti”.
No me enfoco en el detalle del diezmo que tan diversas interpretaciones
recibe, sino en el concepto de prometer a Dios en pos de cumplir lo prometido
al recibir lo pedido. Es triste que ese tema de ese tipo de promesa, casi no se
toque y en ocasiones se evade.
Veamos un ejemplo sencillo: Un estudiante que no tiene forma de graduarse
por malas notas y objetivamente sólo un milagro le puede permitir lograr el
diploma. Si ese estudiante promete que de lograr graduarse presentará el
diploma ante el altar, sólo de concederse lo pedido, se podrá cumplir la
promesa.
Si vemos un ejemplo de las tradiciones, fuese para
agradecer el lograr un hogar o fuese para agradecer el regreso de un familiar
en el ejército, la oración, ritual y fiesta en el cumplimiento de una “Promesa
de Reyes”, sólo se daba luego de recibir lo pedido. Se define así: “La Promesa
de Reyes es la costumbre de invocar a los Santos Reyes –Melchor, Gaspar y
Baltasar- para su intervención en un momento de necesidad, para la solución de
alguna situación que está fuera de su alcance. A cambio de la petición
concedida, el devoto hace un pacto o compromiso de pagar esa promesa”.
La Palabra es clara:
·
“Cuando alguno hiciere voto a Dios, o hiciere juramento
ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo
lo que salió de su boca” –Números 30:2.
Fundamentar peticiones y rumbos de vida en promesas a Dios, no es atadura,
es cuestión de amor, fe y honor.
Existe el argumento de que es mejor no prometer que prometer y no cumplir,
¿pero por qué no enfatizar en los testimonios de quienes prometen y cumplen?
¿Por qué la resistencia al tema de las promesas? ¿Por qué la resistencia a un
método de amor, fe y perseverancia que por los términos de una promesa, es más
que clara e inmune a la manipulación y la tergiversación?
¿Prometer en esa forma es “negociar con Dios”? Con toda humildad, respeto y
reverencia, no temo a eso. Si prometer al Altísimo es negociar con El, que así
sea.
La clave es prometer para hacer el bien, con respeto a la sana y libre
conciencia, sin creer que se puede torcer el brazo del Altísimo o pretender
hacer más daño que bien vía el capricho. Por lógica simple, serán mejores los
negocios con el bien que con el mal; aunque por ser algo sagrado que se debe
hacer sabiamente y no a la ligera, la palabra más correcta quizá no es
“negocio”, sino pacto.
Estoy convencido de que en la medida que no se toque el tema, se seguirán
agravando los problemas sociales. Vivimos tiempos en que lo que se necesita son
testimonios de cumplimiento con amor, visión y HONOR, para una mejor y más
consagrada civilización. Todo sería mejor si cada bendición recibida no fuese
un fin en sí, sino una base de pacto para hacer algo grande para Dios y por
ende, para inspirar y educar. Por ejemplo, habría fidelidad y paz si la
bendición de la compañía idónea se basara en la promesa de glorificar a Dios,
educando e inspirando a los demás.
Ciertamente todo cambia cuando se busca vivir un cumplimiento así, ya que la
petición va más de uno mismo por la medida de la consagración y el potencial
para dar luz a los demás. Hay derecho a optar por prometer y hacer pactos con
Dios, y hay derecho a optar por no prometer y no hacer pactos con Dios. A lo
que NO hay derecho, es a difundir lo incorrecto de que “el hombre no puede
hacer pactos y promesas con Dios”.
Somos llamados a unir y restaurar, con la certeza de que Dios está con
nosotros, nos bendice y fortalece en la causa justa y correcta. Ser “cristiano”
no es religión, un género musical o una marca comercial. Ser “cristiano” no es
ser perfecto o inmune a lo que afecta al mundo. Ser “cristiano” es ser
creyente; lo que infunde una naturaleza revolucionaria al palpitar, al ver,
creer, pensar y hacer. Sea la vida una causa de AMOR. ¡Que den luz los nuevos
testimonios de Amor Verdadero! Dios ilumine a todos.
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