Al felicitarle en la gran celebración de vida en fe, amor
y testimonio que es su cumpleaños, mi saludo a usted lo consagro al
Todopoderoso que conoce las realidades, los misterios y los propósitos de la
vida.
Recuerdo que siendo niño, me llevaron a verle y
saludarle. Junto a usted, alguien tenía disfraz de abeja y aunque hay escenas
que se me escapan en el recuerdo, no olvido que su beso en la mejilla de los
niños era de corazón puro, humilde y sincero.
Hoy, diariamente consagro mi trabajo al Señor. Al salir
de casa en la mañana, la bendición que sigo recibiendo de mi madre es gran
señal, ya que ella está viva por milagro de Dios.
Cuando usted me saludó aquella vez en Ponce, estaba de
pie, sostenida en sus dos piernas. Sin embargo, en estos momentos usted está
más de pie, sostenida en la fe y el amor; el respeto y el agradecimiento de
incontables almas.
Su sonrisa brilla en los testimonios de los que siempre
mantienen un niño interior (niño que siempre busca vivir y hacer el bien y no
pierde ilusiones y esperanzas), como este servidor. Su mensaje positivo palpita
en cada testimonio de bien que transmite valores a las nuevas generaciones. Su
voz en la medida de la consagración, es como onda expansiva.
Le deseo todo bien que supere las palabras que armonice
con sus oraciones, y sobre todo, paz y plenitud. Sea más que bendecida.
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