sábado, 23 de agosto de 2014

Hay perfección en la mujer.

La belleza está en la perfección hecha por el Creador que supera palabras y forja mucho; y ciertamente hay perfección en la mujer. En Proverbios 15:13 dice: “El corazón alegre hermosea el rostro” (salud, paz y autoestima van de la mano).
                                                                                           
Hay grandeza en cada mujer que redefine y perfecciona el concepto “belleza”. En Génesis 2:18-25 se presenta la creación de la mujer como la más inspirada obra maestra. No es casualidad, sino causalidad, que sea de la mujer un poder de origen creador y el vital rol maternal. Veo algo del ojo detallista de la mujer, en el relato de inicio de Génesis cuando Dios trae luz y orden a la Tierra.
                                                                                                    
Se puede argumentar que la belleza está en los ojos de quien observa y cuestionar la forma en que la publicidad pueda tratar de imponer unos patrones para la belleza. Considero que toda mujer tiene su encanto único y especial, y es llamada a desarrollarlo y maximizarlo consagradamente.

No veo a la belleza como algo que no armoniza con valores y virtudes. Afortunadamente la creación y la Palabra no están en ese rumbo equivocado. Veo que la Biblia en Cantares exalta la Belleza, y en Proverbios enseña a buscar balance y fomentar la mayor y más completa Belleza que viene de adentro. Para muestra, con un botón basta: En el Antiguo Testamento se destaca el valor y liderato de la mujer. Un gran ejemplo está en Ester. En el relato bíblico, Ester brilló por el valor, los dones y la gran belleza física que nace del interior (confirma que puede haber belleza externa con mayor belleza interna), y Dios obró por medio de ella. Dios emplea los medios que Él desea para responder y edificar.

Considero que Dios se creció al crear a la mujer. Así, veo y reconozco perfección en la abnegación y elegancia de mi madre, en el espíritu luchador de mi hermana, en la hermosura con dones de Melina León, en el liderato ejemplar de Carmen Yulín, en damas que crecen en la soledad y en escenarios que trascienden lo tradicional, en mujeres que dan cátedra al cuidar enfermos y las que luchan por forjar un buen hogar, en fin, en el corazón gigante con fe en acción que tanto puede.

La belleza está en la perfección hecha por el Creador que supera palabras y forja mucho. El buen corazón, el sabio intelecto, la acción iluminadora y la hermosura son de Dios. Fomentemos el cuido integral que exalta lo constructivo y divino.

Al optar por los principios salomónicos y sanos, se confirma que somos llamados a reconocer que cada alma que crece, hace y siembra el bien, es instrumento de Dios y canal de bendición. Dios ilumine a todos.



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