El mensaje y estilo desde los altares de
“yo soy” y “digo lo que el ‘Espíritu Santo’ pone en mi corazón”, cierra las
puertas a escuchar, limita la capacidad de comunicación y crecimiento, y
conduce a la soberbia que no sirve bien y no agrada a Dios.
Lo que en verdad es del Espíritu Santo, no
se pregona en esa forma, sino que con sumo respeto y reverencia, desde la
humildad se identifica con la equidad que es buena y agrada a Dios, e inspira
paz y positivismo, unificación y restauración.
No es cuestión de quién manipula más o se
impone al son de gritos y contiendas, sino de quién no se deja dominar por
inseguridades o apetitos y falta de control, armoniza mejor y vive el heroísmo
cristiano en el más consagrado a abarcador amor.
En la
vida no hay absolutos; nadie tiene el monopolio de la verdad y todos tienen una
parte de la verdad. Veo que es importante la oración para que quienes estén
ante las congregaciones, NO se dañen, NO dañen y fomenten la plena abundancia
de todos en línea con la Palabra y la sana doctrina cristiana.
·
“Maestro, ¿cuál
es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y
grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. --Mateo
22:36-40
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