El profesor Ángel Rosa se dio a conocer ante el país por
el análisis acertado que extendió el
salón de clase al pueblo. En la campaña electoral del 2012 dio cátedra. Como
Senador, se creció en el tema de la equidad al colocar sabia y valientemente
sobre el tapete el punto de amar al prójimo como a uno mismo.
En la memorable sesión del 16 de mayo de 2013, dijo el
senador Rosa:
·
“El desarrollo de
la humanidad, ha tenido que presenciar, en diferentes escenarios muy distintos
a este, debates sociales mucho más argüidos sobre el reconocimiento de los
derechos de los seres humanos.
Milenios
de lucha, no siglos, permitieron que en el siglo 20, los negros, las mujeres,
los niños, fueran reconocidos sus derechos, que no lo habían sido en toda la
historia que le precedió.
Y mucho
antes del siglo 20, a los perseguidos porque creían en Dios y en Jesucristo, se
les reconocía el derecho a creer en Él por un emperador romano que se llamó
Constantino, que no esperó que la mayoría de los romanos estuvieran a favor del
cristianismo para declararlo religión oficial del imperio.
Si
Constantino hubiese estado esperando que el pueblo hablara, quizás nunca hubiese
sido legal y hubiese sido permitida la profesión de la fe cristiana que los
puertorriqueños somos...
Sin los
líderes de la sociedad democrática del siglo 20, hubiesen esperado que la
mayoría de la sociedad norteamericana estuviera a favor de los derechos de los
negros, el presidente Johnson nunca hubiese firmado la Ley de Derechos Civiles
de 1964.
Y yo he
escuchado; he escuchado esta tarde aquí y he leído en el informe de la Comisión
sobre el Proyecto del Senado 238, la mención de muchos conceptos: la familia,
la igualdad, la Constitución, las instituciones, la fe, el discrimen. En el
fondo, todos esos conceptos lo que hacen es complicar demasiado lo que en
verdad es bien sencillo.
Esto no
se trata sobre eso, esto se trata en el fondo, en si creemos o no, en el primer
mandamiento que es amar al prójimo como a ti mismo. Si al creer en ese primer
mandamiento, lo trasladamos a su máxima expresión, que es al respeto por la
individualidad y por la diferencia de ese prójimo. Si tememos a Dios, si de
verdad tememos a Dios, si de verdad tenemos a Dios en nuestro corazón, ese amor
va por encima de la Constitución, va por encima de las leyes, va por encima de
las instituciones, sale del corazón”.
El texto bíblico dice sobre
el amor al prójimo en Mateo 22:36-40: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en
la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda
tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el
segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas”.
Fue más que correcto y acertado el senador
Rosa al abogar por la “máxima expresión,
que es al respeto por la individualidad y por la diferencia de ese prójimo”.
Cónsono con esa perspectiva, es más que loable el propósito
del Legislador de aportar para propiciar la creación de empleos. ¡Así se hace y
consagra patria! Ciertamente promueve progreso y agrada al Creador, desarrollar
oportunidades y armonía. Merece el apoyo de oraciones sinceras, buenos consejos
y solidaridad. Siga adelante profesor y senador Rosa, creciendo y
fructificando. Sea bendecido con colaboradores y familia.
·
“La
patria tiene el paisaje que amamos, sus colores y las estaciones, el olor de su
tierra que humedece su lluvia, la voz de sus aguas de quebrada (la de mar es
más como la de todas las patrias que dan al mar); sus frutos y canciones y
formas de trabajo y de fiesta; sus platos de celebración y los austeros y
socorridos con que afronta el sustento de todos los días; sus flores y
hondonadas y veredas –pero, por sobre todo, su gente: el pueblo, la vida, el
tono, las costumbres, las maneras de entender, de hacer, de llevarse unos con
otros. Sin eso, la patria es nombre, o abstracción, o a lo sumo, paisaje. Con
la gente, es patria-pueblo. Por eso digo que quienes profesan amar la patria y
desprecian al pueblo sufren un grave enredo de espíritu. Lo sufren –y no
debemos suponer que sea de perversidad o mala fe– quienes con palabra o por
implicación de sus acciones dicen, ‘¡que se salve la patria aunque se hunda el
pueblo!’ El cariño ha de ser a la patria entera, a la patria-pueblo. ¿Cómo no
lo hemos de sentir? ¿Y quién puede decir que hace daño sentirlo? Es grato al
espíritu y es enaltecedor sentir ese cariño. De lo que tenemos que
resguardarnos en el mundo en que vivimos es de confundir el amor a la
patria-pueblo con el concepto fútil de pequeño e ingenuo estado nacional. No
hay mandamiento de ley divina o humana que diga que las patrias tienen que
estar aisladas, ser suspicaces, vanidosas y cerreras, máquinas generadoras de
la desconfianza y del odio entre los seres que pueblan la ancha igualdad que
hizo el Señor sobre la tierra”. –Luis Muñoz Marín
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