miércoles, 10 de febrero de 2016

Gracias al Creador por la vida de mi madre; sea el amor sublime fuerza forjadora...

Ayer 9 de febrero, fue día de suprema bendición e inenarrable motivo de gratitud por ser día del cumpleaños de mi madre. Del mismo modo que el día siguiente del nacimiento marcó nuevos amaneceres, hoy es buen momento para proyectar nuevas perspectivas. Se funden recuerdos, lecciones y llamados. Es como ver toda la vida con una sola mirada y el mosaico que tanto combina, reconocer que quien más brilla como sincero apoyo, capacidad de tolerancia y fuerza, lágrimas como rocío, abnegación, perdón con toque divino y amor sin límites, es la madre.

Es mi madre quien, como gran embajadora de una generación pulida con valores, principios y decencia, mejor me define con su ser, humildad y su vida, que Dios se creció al crear a la mujer. Es ella mucho más y mayor de lo que he merecido. Merece ella todo lo que supera las teorías y los libretos que no alcanzan lo luminoso de verdad.
¿Qué procede escribir en este medio? ¿Qué se espera que escriba?
Al dar gracias por el milagro de vida de mi madre, pido poder honrar algo tan grande.

Mi exhortación a cada alma que lea estas palabras, es a REVOLUCIONAR CONSTRUCTIVAMENTE:
·         Hay que revolucionar constructivamente ante quienes se burlan de hijo(a)s amoroso(a)s con las madres.
·         Hay que revolucionar constructivamente ante quienes tratan de borrar la verdad de que hijo(a)s que en verdad tratan de ser bueno(a)s y obedientes con las madres, son pareja idónea.
·         Hay que revolucionar constructivamente ante quienes no comprenden la dimensión de amor hacia la madre que ha fallado y busca una oportunidad de real restauración.
·         Hay que revolucionar constructivamente ante quienes se entronizan en la soberbia y al ahondar brechas socio-económicas, menosprecian a madres que se multiplican y dan admirables batallas para mantener un hogar, y a las que defienden el derecho de sus hijos, familia y comunidad a la Equidad que es buena y agrada al Creador.
·         Hay que revolucionar constructivamente ante quienes son injustos con la mujer que aún con amor maternal no puede concebir y con quien opta por la adopción.
·         Hay que revolucionar constructivamente ante quienes estigmatizan y no apoyan a la madre soltera.
·         Hay que revolucionar constructivamente ante quienes son obstáculos a las madres que se crecen al cuidar enfermos, y a las que enfrentan lo que pueda causar contienda y rupturas (como esposos que maltratan o hijos que toman rutas equivocadas), en pos de armonizar bajo un mismo techo.
·         Hay que revolucionar constructivamente ante quienes creen que procede alcanzar “logros” y “disfrutar” olvidando a la madre.
·         Hay que revolucionar constructivamente ante quienes olvidan lo mucho que desea, necesita y merece la madre en los días dorados.
·         Hay que revolucionar constructivamente ante quienes maltratan a la madre envejeciente.
·         Hay que revolucionar constructivamente ante quienes no reconocen a quien sigue atento a la madre, aunque su memoria haya desaparecido.
·         Hay que revolucionar constructivamente ante quienes piensan que es malo orar por la madre fallecida, en oración como incienso sublime, sanador y redentor ante el Altísimo.
·         Hay que revolucionar constructivamente ante quienes piensan que el reconocer a Jesucristo como único Salvador e Intercesor, es ignorar que tuvo madre y que lo maternal lo potenció a él.

¡Esa es la Revolución del Amor! Hay que rebelarse y revolucionar constructivamente mostrando mejores formas de hacer las cosas; que el honor y amor hacia el alma en el rol de madre (aún sin haber concebido a quien ama y forma) sea consciente y valiente, consagrada y heroica fuerza forjadora. Hay que revolucionar constructivamente siendo solidarios con las madres y con quienes buscan honrarlas y apoyarlas; especialmente en los escenarios atípicos en que más se necesita el revolucionario amor cristiano y apoyo a la madre que da el todo por su familia.

Las madres no renuncian a creer y amar, y ciertamente el amor de madre es lo más cercano al amor de Dios. Muy bien nos enseña Jesús a valorar y respetar tal amor. A quien esté leyendo estas palabras y siente un pensamiento inquietante o una lágrima, muy bien puede aprovechar para reencontrarse con su madre y/o darle el beso y abrazo que no necesita un día especial, sino la necesidad de agradecer y rehacer, de perfeccionar el dar gracias y escribir brillantes capítulos, como la necesidad de respirar.

Por cada motivo de decepción, o perspectiva de que es demasiado tarde para un nuevo ser, que pueda más el entendimiento de que en la brevedad de la vida, hay que buscar dar mejor sentido a mucho... ¡Esa es la Revolución del Amor!

Gracias a Dios por mi madre. Dios tenga misericordia de los llamados a crecer y ser más cumplidores y mejores hacia ella. Se dice que las almas más dignas son las que más sienten y lloran, y enfrentan injusticias, pero al mismo tiempo, logran dejar los legados gloriosos que son más... Sean estas reflexiones, un tributo a ella y un paso de fe que trascienda en el alcance especial a cada alma que reciba estas reflexiones.

·         “De mi madre aprendí que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo; ahora mismo le puedes decir basta a los hábitos que te destruyen, a las cosas que te encadenan, a la tarjeta de crédito, a los noticieros que te envenenan desde la mañana, a los que quieren dirigir tu vida por el camino perdido”. --Facundo Cabral
     
·         “El amor de una madre no contempla lo imposible”. --Charles Paddock                        

·         “Gracias a la mujer de Puerto Rico. Gracias a la mujer puertorriqueña porque su esencia es dar. Dar todo lo que tiene. Dar generosamente. Dar todo lo que tiene a los demás; a sus hijos, a sus maridos, a sus padres, a sus vecinos, al prójimo. La mujer puertorriqueña da, porque la mujer puertorriqueña es generosa. La mujer puertorriqueña da, porque la mujer puertorriqueña es fuerte. Porque no hay fuerza más grande que la del amor. Porque el amor da fuerza; fuerza para todo, fuerza para luchar”. --Rafael Hernández Colón



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