Ayer 9 de febrero, fue día de suprema bendición e
inenarrable motivo de gratitud por ser día del cumpleaños de mi madre. Del
mismo modo que el día siguiente del nacimiento marcó nuevos amaneceres, hoy es
buen momento para proyectar nuevas perspectivas. Se funden recuerdos, lecciones
y llamados. Es como ver toda la vida con una sola mirada y el mosaico que tanto
combina, reconocer que quien más brilla como sincero apoyo, capacidad de
tolerancia y fuerza, lágrimas como rocío, abnegación, perdón con toque divino y
amor sin límites, es la madre.
Es mi madre quien, como gran embajadora de una generación
pulida con valores, principios y decencia, mejor me define con su ser, humildad
y su vida, que Dios se creció al crear a la mujer. Es ella mucho más y mayor de
lo que he merecido. Merece ella todo lo que supera las teorías y los libretos
que no alcanzan lo luminoso de verdad.
¿Qué procede escribir en este medio? ¿Qué se espera que
escriba?
Al dar gracias por el milagro de vida de mi madre, pido
poder honrar algo tan grande.
Mi exhortación a cada alma que lea estas palabras, es a REVOLUCIONAR
CONSTRUCTIVAMENTE:
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Hay que revolucionar constructivamente ante
quienes se burlan de hijo(a)s amoroso(a)s con las madres.
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Hay que revolucionar constructivamente ante
quienes tratan de borrar la verdad de que hijo(a)s que en verdad tratan de ser
bueno(a)s y obedientes con las madres, son pareja idónea.
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Hay que revolucionar constructivamente ante
quienes no comprenden la dimensión de amor hacia la madre que ha fallado y
busca una oportunidad de real restauración.
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Hay que revolucionar constructivamente ante
quienes se entronizan en la soberbia y al ahondar brechas socio-económicas,
menosprecian a madres que se multiplican y dan admirables batallas para
mantener un hogar, y a las que defienden el derecho de sus hijos, familia y
comunidad a la Equidad que es buena y agrada al Creador.
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Hay que revolucionar constructivamente ante
quienes son injustos con la mujer que aún con amor maternal no puede concebir y
con quien opta por la adopción.
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Hay que revolucionar constructivamente ante
quienes estigmatizan y no apoyan a la madre soltera.
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Hay que revolucionar constructivamente ante
quienes son obstáculos a las madres que se crecen al cuidar enfermos, y a las
que enfrentan lo que pueda causar contienda y rupturas (como esposos que
maltratan o hijos que toman rutas equivocadas), en pos de armonizar bajo un
mismo techo.
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Hay que revolucionar constructivamente ante
quienes creen que procede alcanzar “logros” y “disfrutar” olvidando a la madre.
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Hay que revolucionar constructivamente ante
quienes olvidan lo mucho que desea, necesita y merece la madre en los días
dorados.
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Hay que revolucionar constructivamente ante
quienes maltratan a la madre envejeciente.
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Hay que revolucionar constructivamente ante
quienes no reconocen a quien sigue atento a la madre, aunque su memoria haya
desaparecido.
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Hay que revolucionar constructivamente ante
quienes piensan que es malo orar por la madre fallecida, en oración como
incienso sublime, sanador y redentor ante el Altísimo.
·
Hay que revolucionar constructivamente ante
quienes piensan que el reconocer a Jesucristo como único Salvador e Intercesor,
es ignorar que tuvo madre y que lo maternal lo potenció a él.
¡Esa es la Revolución del Amor! Hay que rebelarse y revolucionar
constructivamente mostrando mejores formas de hacer las cosas; que el honor y
amor hacia el alma en el rol de madre (aún sin haber concebido a quien ama y
forma) sea consciente y valiente, consagrada y heroica fuerza forjadora. Hay
que revolucionar constructivamente siendo solidarios con las madres y con
quienes buscan honrarlas y apoyarlas; especialmente en los escenarios atípicos
en que más se necesita el revolucionario amor cristiano y apoyo a la madre que
da el todo por su familia.
Las madres no renuncian a creer y amar, y ciertamente el
amor de madre es lo más cercano al amor de Dios. Muy bien nos enseña Jesús a
valorar y respetar tal amor. A quien esté leyendo estas palabras y siente un
pensamiento inquietante o una lágrima, muy bien puede aprovechar para
reencontrarse con su madre y/o darle el beso y abrazo que no necesita un día
especial, sino la necesidad de agradecer y rehacer, de perfeccionar el dar
gracias y escribir brillantes capítulos, como la necesidad de respirar.
Por cada motivo de decepción, o perspectiva de que es
demasiado tarde para un nuevo ser, que pueda más el entendimiento de que en la
brevedad de la vida, hay que buscar dar mejor sentido a mucho... ¡Esa es la
Revolución del Amor!
Gracias a Dios por mi madre. Dios tenga misericordia de
los llamados a crecer y ser más cumplidores y mejores hacia ella. Se dice que
las almas más dignas son las que más sienten y lloran, y enfrentan injusticias,
pero al mismo tiempo, logran dejar los legados gloriosos que son más... Sean
estas reflexiones, un tributo a ella y un paso de fe que trascienda en el
alcance especial a cada alma que reciba estas reflexiones.
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“De mi madre aprendí que nunca es tarde,
que siempre se puede empezar de nuevo; ahora mismo le puedes decir basta a los
hábitos que te destruyen, a las cosas que te encadenan, a la tarjeta de
crédito, a los noticieros que te envenenan desde la mañana, a los que quieren
dirigir tu vida por el camino perdido”. --Facundo Cabral
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“El amor de una madre no contempla lo
imposible”. --Charles Paddock
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“Gracias a la mujer de Puerto Rico.
Gracias a la mujer puertorriqueña porque su esencia es dar. Dar todo lo que
tiene. Dar generosamente. Dar todo lo que tiene a los demás; a sus hijos, a sus
maridos, a sus padres, a sus vecinos, al prójimo. La mujer puertorriqueña da,
porque la mujer puertorriqueña es generosa. La mujer puertorriqueña da, porque
la mujer puertorriqueña es fuerte. Porque no hay fuerza más grande que la del
amor. Porque el amor da fuerza; fuerza para todo, fuerza para luchar”. --Rafael
Hernández Colón
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