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“Debemos escuchar al niño que fuimos un día y que
existe dentro de nosotros. Ese niño entiende de instantes mágicos”. --Paulo
Coelho
Toda
historia tiene sus inicios. La vida de toda persona es sumatoria.
Los
que nos graduamos de Ponce High en 1985, tuvimos la niñez en la década del ’70.
Mi juguete favorito se inspiró en la serie “The Six Million Dollar Man”, pero
no fueron los únicos juguetes que tuve. También tuve figuras de Big Jim y de la
serie televisada de “Planet of the Apes”.
Buscando
en las páginas del periódico El Mundo de 1975, en la edición del 17 de diciembre
encontré un anuncio de la farmacia Moscoso, en que se vendía en especial la
figura del hombre nuclear a $10.95 (recuerdo la farmacia Moscoso que estaba
junto a la Alcaldía de Ponce). En esa misma edición, encontré un anuncio de Walgreens en que se presenta la figura de Big Jim en especial a $6.99 (para ese
tiempo, Walgreens no había llegado a Ponce).
En
la edición del 18 de diciembre de El Mundo, encontré el anuncio de Barkers,
en que se presenta el fuerte del planeta de los simios en especial a $15.97 (muchas
veces me conformé con ver los juguetes en Barkers, aún sin comprarlos).
En
la edición del 21 de diciembre de El Mundo, encontré el anuncio de una venta
especial de Barkers de 3 días, en que se ofrece la figura del hombre atómico a
$5.88 y la de GI Joe a $5.44. En esa misma edición, Bargain Town presenta sus
especiales (en Ponce, esa tienda estaba en la carretera 14). Ya en la edición
del 25 de diciembre, JCPenney promociona su venta “Post-Navidad”.
Es
interesante que en la edición del 21 de diciembre de El Mundo, encontré un
reportaje sobre una impactante película que el 25 de diciembre se anunció con
el “Comenzando Hoy”: Jaws.
Tanto
la película como los juguetes, ejemplifican que con la tecnología de ese tiempo
se lograba mucho. Así, para los que nos graduamos en 1985, mucho comenzó en los
’70. Hoy aquellos juguetes son valiosísimos artículos de colección; y la
película sigue siendo admirada por los aciertos en la combinación de excelente
actuación, libreto, efectos especiales (no se contaba con un tiburón hecho en
computadora, hubo que fabricarlo en gran tamaño) y música que acentúa todo en
forma magistral.
Pienso que un gran
legado es alentar la inocencia y creatividad en los niños, así como la capacidad
de maximizar los recursos disponibles en toda alma dispuesta comenzar nuevas
jornadas indistintamente de la edad y de cualquier otra consideración. Crecemos al volver a ser niños a la altura de lo
que agrada al Señor y fructifica; que es la capacidad para no dejar de soñar,
no renunciar a los grandes propósitos, perseverar con la visión siempre fresca,
sonreír y amar de verdad. Dios ilumine a todos.
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“La sonrisa de un niño es la pureza de Dios”.
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