Tengo buenos recuerdos de mi niñez de la década del ’70.
Recuerdo lo difícil que era en ocasiones en la semana levantarme temprano para
ir a la escuela, y lo fácil que me levantaba temprano sábados y domingos para
ver muñequitos.
En ese tiempo, gustaban más los muñequitos de
superhéroes. Hoy no se ve la calidad de dibujo de esos muñequitos. Como
muestra, los muñequitos de Superman y Batman y Robin, se inspiraban en lo
sentado por las series de televisión. Recuerdo cómo a través de los ojos de
niño, se veía la magia de la serie de Batman Y Robin (personajes creados por
Bob Kane), encabezada por Adam West y Burt Ward, y el único Batmobile.
El comisionado Gordon y el jefe policial O'Hara eran
servidores públicos dedicados e incorruptibles. Alfred y la tía Harriet le
daban pinceladas de lealtad y familia. Hasta los villanos tenían su buen toque
y no caían en lo grotesco u ofensivo. El que la vida real sea diferente a ese
mundo, no significa que no pueda haber espacio para trascender.
Recuerdo cómo en el patio escolar, el tema principal era
el episodio que se vio de Batman y cómo nos imaginábamos que escaparía del
peligro en que quedó al terminar el episodio, hasta la próxima bati-hora y el
próximo bati-canal. En mi caso, hasta llegué a dibujar mis propios comics.
El objetivo principal de series y películas es
entretener, pero esa serie de Batman y Robin (a la que luego se sumó a Batgirl)
siempre incluía buenas lecciones y sanos valores. Viviendo el mundo hoy tiempos
retadores y difíciles, se aplica nuevamente que cuando más problemas hay, más
se busca de heroísmo y ejemplos edificantes.
Es cierto
que Batman y Robin son personajes ficticios y que lo mejor es buscar primero
del Altísimo, pero ciertamente hay una efectiva aportación de ellos para el edificante
entretenimiento y para redescubrir el heroísmo que es real y no imposible.
¡Sí! Hay
heroísmo tanto en lo callado que da todo lo mejor del ser, como en lo que
comunica con prudencia para que el testimonio dé luz de verdad y no aliente la
soberbia. ¡Sí! ¡El heroísmo consagrado es real y puede mucho! Mis padres me
contemplaban viendo esa serie siendo niño y hoy reconozco heroísmo en ellos.
¡Sí!
Podemos llegar a donde no hemos llegado. Podemos vestirnos del heroísmo que
hace la diferencia al dar fe en donde no la hay, al saber decir no al mal, al
saber decir sí a lo que suma a la vida de quienes se ama y más allá, el bálsamo
a los que lloran y sufren, el perdón que no es simbólico y sí es camino de
cambio y evolución, la solidaridad a quienes resisten ante las manifestaciones
de la corrupción, comprensión en donde se ha perdido, apoyo al caído para
levantarse, fuerza a las buenas causas, atención debida al alma en formación y
al alma que merece dignidad y tanto puede aportar en los años dorados, el buen
consejo que aporta a perfeccionar la jornada, potenciación a quienes necesitan
redescubrir que no es demasiado tarde, en fin, el heroísmo no es ciencia
ficción, fantasía, juego de niños o un imposible en el mundo. El heroísmo real
se atreva a vivir, perseverar y fructificar con el más abarcador amor.
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