Ante una
emergencia, se supone que se superen las diferencias para lograr en esfuerzo
común parea restauración efectiva y con la mejor rapidez posible. Sin embargo,
en Puerto Rico eso no ocurrió.
Luego del
colapso en el servicio de energía eléctricas por el impacto de la tormenta
Erika, fue triste ver discusiones entre empleados por conflictos de uniones en
vez de unirse ejemplarmente para restableceré el servicio humana y
profesionalmente.
Erika dio luz
radiográfica. Se confirmó la realidad de que en Puerto Rico tenemos
una infraestructura frágil y las consecuencias de fallas en planificación y
desarrollo; el cainismo, lo cuestionable y las expectativas razonables de un
mejor sistema, dieron fuerza al llamado a considerar seriamente la propuesta de
la privatización.
Afortunadamente no hubo pérdida de
vidas, pero hubo grandes pérdidas en la agricultura. Paralelamente, es
bueno exhortar a dar gracias a Dios, pero en esa acción, lo peor sería dar un
mensaje de manipulación e ignorar lo ocurrido en Dominica.
Procede ver que las grandes
soluciones no surgirán de los estilos que no funcionan; entender que la equidad
es buena y agrada a Dios; y buscar crecer como seres humanos desde la base de
alma, hogar y comunidad que tanto forja
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