La belleza es
tan de Dios como la verdad y las virtudes (interesante que son términos que
comienzan con el artículo en femenino). La belleza en la mujer es inherente a
sublimes llamados y a inenarrables fuerzas de amor y vida. Es una gran señal de
esperanza y poder, cómo se van descubriendo los encantos en la mujer madura y
así, se van derrumbando los muros del discrimen por edad para ir dando paso al
nuevo y mejor mundo de equidad y más amplio y abarcador amor.
Así, hay
grandeza en cada mujer que redefine y perfecciona la belleza. Confirma que todo
lo mejor y admirable se va acentuando con el paso de los años y que la
verdadera juventud crea nuevos paradigmas e inspira a generaciones.
La brevedad de la vida llama a
buscar lo máximo constructivamente en cada etapa. Es una gran manifestación de
amor con poder y fe en acción, el alentar y apoyar al ser humano hacia su plena
realización. Fomentar la sana autoestima no es vanidad y la humildad no
rivaliza con el sentido de prosperidad para ser canal de bendición integral. En
verdad Dios se creció al crear a la mujer. Sea creciente y compartida la
voluntad de dar vida la vida; en la vida como sabia, heroica y victoriosa causa
de amor…
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