El domingo 10 de agosto de 2014 fue noche de la SuperLuna. El número 10
tiene grandes significados positivos y me recuerda lo que dice Jesús en San
Juan 10:10: “…yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan
en abundancia”.
Ha pasado un año y es propio recordar que toda Luna me recuerda la fe y la
música de la gran alma con dones, belleza inenarrable, energía,
llamado único y presencia sin igual con el nombre artístico de Melina León. Melina
es más que talentosa y ungida.
Por la órbita elíptica de la Luna alrededor de nuestro planeta, esa fecha
fue una de las ocasiones en que estuvo más cerca. Pareció más grande, por el
efecto de la cercanía. La realidad es que la SuperLuna siempre está ahí e
invita a la cercanía con lo amoroso, inspirador y trascedente para dar
grandeza, visión y pasión a la vida.
Recordemos que no es otra Luna, sino la misma Luna, que invita a abrir los
ojos, entender y redescubrir. ¿Cuántas veces da más trabajo ver y recocer lo
más lógico y correcto? ¿Cuántas veces se pierde de perspectiva reconocer el
verdadero y crecer ahí? Ante toda Luna, recordamos que no hay oscuridad total
ante la luz. Luna de fe, amor, pasión, compromiso e inspiración trascendente.
Ante toda Luna, surge en mí el
recuerdo de la canción “Baño de Luna” de Melina León, quien exalta al Corazón
de Mujer. Dios emplea los medios que Él desea para responder y edificar; Melina
es uno de esos medios (confirma que el Altísimo se creció al crear a la mujer).
Cada alma que crece, hace y siembra el bien, es instrumento de Dios y canal de
bendición. Ese mensaje
tiene vigencia.
La Luna habla desde cada oración
revolucionaria al Todopoderoso, inspiración trascendente, testimonio de amor
verdadero y fe en acción. Desde cada ventana, que cada Luna ilumine una gran
inspiración con real, forjador y consagrado poder. Que la vida sea una causa de
amor; en que todo el ser y lo que vivamos refleje todo lo mejor de la luz que
viene de adentro. Dios ilumine a todos.
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