jueves, 30 de enero de 2014

Hoy día 30, el 30 confirma que el hombre Sí puede hacer Pacto con Dios.

Hoy es 30 de enero de 2014, y es interesante que en la Biblia, en Números 30, el mensaje literal se enfoque en la importancia de cumplir votos, lo que son promesas y juramentos. Es un hecho que los mayores votos ocurren ante un altar, como el ser presentado al nacer, el matrimonio y el optar por una vocación de consagración mayor.
              
Por lo anterior, al ver Números 30 en lo literal y más allá, encontramos la importancia del respeto en todos los sentidos; de buscar y comunicar La VERDAD. Es la suprema exaltación de la VERDAD de que el hombre Sí puede hacer Pacto con Dios.

De lo que no se quiere hablar es de lo que más hay que hablar. Como poderosa muestra, el tema de las promesas que sólo se pueden cumplir luego de recibir lo pedido a Dios, es el tipo de promesa que aunque algunos pretendan no hablar de eso, o estigmatizarla negativamente como “trueque”, tiene base bíblica.

Un ejemplo de promesa lo tenemos en Génesis 28:20-22:
·         “E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, entonces el SEÑOR será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti”.
No me enfoco en el detalle del diezmo que tan diversas interpretaciones recibe, sino en el concepto de prometer a Dios en pos de cumplir lo prometido al recibir lo pedido. Es triste que ese tema de ese tipo de promesa, casi no se toque y en ocasiones se evade.

Veamos un ejemplo sencillo: Un estudiante que no tiene forma de graduarse por malas notas y objetivamente sólo un milagro le puede permitir lograr el diploma. Si ese estudiante promete que de lograr graduarse presentará el diploma ante el altar, sólo de concederse lo pedido, se podrá cumplir la promesa.

Si vemos un ejemplo de las tradiciones, fuese para agradecer el lograr un hogar o fuese para agradecer el regreso de un familiar en el ejército, la oración, ritual y fiesta en el cumplimiento de una “Promesa de Reyes”, sólo se daba luego de recibir lo pedido. Se define así: “La Promesa de Reyes es la costumbre de invocar a los Santos Reyes –Melchor, Gaspar y Baltasar- para su intervención en un momento de necesidad, para la solución de alguna situación que está fuera de su alcance. A cambio de la petición concedida, el devoto hace un pacto o compromiso de pagar esa promesa”.


La Palabra es clara:
·         “Cuando alguno hiciere voto a Dios, o hiciere juramento ligando su alma con obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca” –Números 30:2.
Fundamentar peticiones y rumbos de vida en promesas a Dios, no es atadura, es cuestión de amor, fe y honor.

Existe el argumento de que es mejor no prometer que prometer y no cumplir, ¿pero por qué no enfatizar en los testimonios de quienes prometen y cumplen? ¿Por qué la resistencia al tema de las promesas? ¿Por qué la resistencia a un método de amor, fe y perseverancia que por los términos de una promesa, es más que clara e inmune a la manipulación y la tergiversación?

¿Prometer en esa forma es “negociar con Dios”? Con toda humildad, respeto y reverencia, no temo a eso. Si prometer al Altísimo es negociar con El, que así sea.

La clave es prometer para hacer el bien, con respeto a la sana y libre conciencia, sin creer que se puede torcer el brazo del Altísimo o pretender hacer más daño que bien vía el capricho. Por lógica simple, serán mejores los negocios con el bien que con el mal; aunque por ser algo sagrado que se debe hacer sabiamente y no a la ligera, la palabra más correcta quizá no es “negocio”, sino pacto.

Estoy convencido de que en la medida que no se toque el tema, se seguirán agravando los problemas sociales. Vivimos tiempos en que lo que se necesita son testimonios de cumplimiento con amor, visión y HONOR, para una mejor y más consagrada civilización. Todo sería mejor si cada bendición recibida no fuese un fin en sí, sino una base de pacto para hacer algo grande para Dios y por ende, para inspirar y educar. Por ejemplo, habría fidelidad y paz si la bendición de la compañía idónea se basara en la promesa de glorificar a Dios, educando e inspirando a los demás.

Ciertamente todo cambia cuando se busca vivir un cumplimiento así, ya que la petición va más de uno mismo por la medida de la consagración y el potencial para dar luz a los demás. Hay derecho a optar por prometer y hacer pactos con Dios, y hay derecho a optar por no prometer y no hacer pactos con Dios. A lo que NO hay derecho, es a difundir lo incorrecto de que “el hombre no puede hacer pactos y promesas con Dios”.

Somos llamados a unir y restaurar, con la certeza de que Dios está con nosotros, nos bendice y fortalece en la causa justa y correcta. Ser “cristiano” no es religión, un género musical o una marca comercial. Ser “cristiano” no es ser perfecto o inmune a lo que afecta al mundo. Ser “cristiano” es ser creyente; lo que infunde una naturaleza revolucionaria al palpitar, al ver, creer, pensar y hacer. Sea la vida una causa de AMOR. ¡Que den luz los nuevos testimonios de Amor Verdadero! Dios ilumine a todos.




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