miércoles, 4 de junio de 2014

La belleza, el intelecto y la sensualidad son de Dios.

Ante términos como la belleza, el intelecto y la sensualidad, surgen diversidad de comentarios. Si vemos lo bíblico, el libro de Cantares y la historia de Ester confirman que la belleza, el intelecto y la sensualidad son de Dios. Si vemos con objetividad las realidades de la existencia, la imagen influye mucho en los medios.

Habrá quien vea que hay estilos y vestidos que acentúan mejor la elegancia, y habrá quien piense que es sabio acentuar el físico. Habrá quien piense que es inadecuado lo atrevido y habrá quien en realidad tenga envidia por un cuerpo admirado. Ante debates y comentarios, la realidad es que la belleza y el intelecto no son pecados, son parte de la creación. Por ende, en vez de criticar, juzgar y condenar, es mejor fomentar lo salomónico en el cuido integral de la salud, lo físico y la autoestima.
                                  
Así, veo lo salomónico en fomentar la conciencia de que lo más sensual y deslumbrante no exhibe todo, sino que cubre con arte y deja espacio a la imaginación con estilo ejemplar, naturalidad y encanto sublime.

Históricamente, lo más dañino no ha estado en lo llamativo en una pasarela, sino en la intolerancia, el cainismo y lo opuesto a la equidad; en los estilos de exclusión en vez de los  estilos de paz, amor y concordia. Es mejor ver en todo lo admirable lo que hace el Señor. Dios mismo determina sobre Sus hijos, sobre las bendiciones y sobre la salvación. Al ser humano le toca hacer y sembrar el bien, ya que todo lo mejor del ser humano nace y se manifiesta desde la conciencia que todos somos hijos de Dios.

Lo concreto es que desde el puritanismo se origina lo peor, y nadie en su sano juicio eliminaría de los museos las obras al desnudo y las que acentúen lo físico. Reconozco que mi mayor admiración es hacia la gran alma con dones, belleza inenarrable, energía, llamado único y presencia sin igual con el nombre artístico de Melina León (reconozco en ella brillos de perfección).

La constante es que el arte, la belleza, la sabiduría, la lógica y la ciencia son de Dios;  y Dios se creció al crear a la mujer…



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