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“Y el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté
solo; le haré una ayuda idónea.”. -- Génesis 2:18
Si
intensos son los debates políticos y religiosos, más intensos son los debates
en los hogares. Un gran lugar de conversación es la cocina.
Siempre
recuerdo el día en que en una de esas conversaciones familiares, se comentó que
el matrimonio es costoso por facturas, alimentos, educación y sustento a los
hijos y todos los gastos que conlleva el mantener un hogar.
Al
escuchar eso, recordé que un Pastor dijo una vez que el noviazgo cuesta, el
matrimonio cuesta más, y el divorcio cuesta más. Tiene razón.
Ante todo lo que se
decía para tratar de sostener que el matrimonio es más costoso que la soltería,
se podía esperar que este servidor diera la razón como soltero, ya que se
identifica a la soltería con libertades y niveles de control como con el
ingreso.
Sin
embargo, mi respuesta fue: “la soledad es mucho más costosa y dolorosa que el
matrimonio”. Un silencio se apoderó del ambiente. No fueron necesarias mayores
explicaciones, pero en este texto se pueden mencionar unos puntos:
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Existe la teoría de que el lugar en donde habita un
soltero se reconoce por el desorden y la desorganización, y es cierto. Sin embargo,
el que pueda haber solteros exitosos y con viviendas impecables, no significa
que el señalamiento de caos deje de existir. Algo muy malo en la soltería es no
tener con quién compartir inquietudes, alegrías, dolores, detalles de la existencia,
logros y propósitos. Hay un vacío que se siente tanto, que da margen a las
llamadas “victorias vacías”.
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La lógica dicta que en soledad, la vida es mucho más
difícil. Por ejemplo, es mucho más doloroso para un hombre enfrentar en soledad
la enfermedad, la muerte de la madre, o ver llegar todo lo implica la “edad
dorada” en un mundo imperfecto en que se discrimina demasiado por edad. En lo
más pragmático, es mucho más retador enfrentar los costos de vida sin apoyo y
más, sin el bálsamo de amor.
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Un estudio realizado por la Universidad de Warwick,
concluye que los casados viven más que los solteros, que las personas que viven
con sus parejas sufren menos estrés. Es algo que no debe sorprender. Para tener
un cuadro amplio, es justo ver también que según un estudio de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Ohio, esos logros ocurren en los matrimonios
felices. Cuando no hay felicidad matrimonial, ocurre lo contrario. En términos
generales y conceptuales, no se desmerece la realidad sobre las virtudes del
matrimonio.
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Momentos como la hora de cenar, acentúan que no es
buena la soledad y no se pude ir a lugares especiales en que lo que procede por
el ambiente único y en ocasiones hasta
poético, es ir acompañado.
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Lo más difícil es la noche, en que se necesita mucho
más que una simulación de “fantasías”. Es en ese momento que uno está solo ante
la conciencia, en que no hay espacio para engaños y las grandes verdades
hablan. Seamos sinceros: En soltería se puede recurrir a la válvula de escape
de mucha “socialización” y sobrecargar la agenda, pero por más que se haga y
hasta se llegue a ser “el alma de las fiestas”, siempre se llega al punto en
que la soledad se siente y duele.
De mismo modo que
existe el pensamiento que dice “mejor tener salud que tener dinero”, existe el
pensamiento que dice “mejor solo que mal acompañado”. Ambos pensamientos son
injustos e incorrectos; propios de las limitaciones insularistas. La realidad es
que Dios no le impone al ser humano tener que decidir entre salud o riquezas, o
entre soledad o mala compañía. En San Juan 10:10 Jesús dice que vino para que
tengamos vida en abundancia y la expresión de “Dios es amor” (1 Juan 4:8), sintetiza
a plenitud que el Creador desea que el ser humano prospere bien en todo.
Hay tanta
diversidad en los testimonios de solteros que logran vivir el milagro de amor,
que es imposible trazar unas pautas comunes. En la creación, la armonía y la
felicidad no son algo abstracto. Porque el matrimonio es mejor que la soltería,
procede destacar los ejemplos victoriosos. Así, hay que concienciar en, sin
limitarse a, lo siguiente:
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La necesidad de encontrar una pareja en que puedan
coincidir unas expectativas correctas y unos anhelos justos.
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La necesidad de superar estilos de manipulación. Vivimos
tiempos en que demasiadas predicaciones y consejería espiritual se despachan
con libretos, sin dar la debida atención individual. En los peores casos, no
buscan unir parejas por el bien de las almas, sino pensando en amarrar a las
personas a unas congregaciones y por ende, tener doble siembra financiera.
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La necesidad de superar la tendencia de asociar la
belleza física en la mujer (creada por Dios) con pecado. Puede haber en una
mujer gran belleza externa con suprema belleza interna y el cuido de eso
fomenta autoestima y estabilidad.
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La necesidad de no ser presas de la rutina y que, por
ejemplo, de haber niños, poder disponer de unos espacios para la pareja.
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La necesidad de orientar mejor en Puerto Rico para poner
fin a los adjetivos y comentarios negativos hacia el hombre que se casa con una
mujer con hijos, o viceversa. La decisión de buscar fomentar felicidad en un
hogar es algo heroico.
Veo necesario que
surjan testimonios de solteros que logran cumplir para Dios una gran promesa al
concederse lo de la pareja idónea (es un pacto supremo dado antes del pacto en
el altar matrimonial; lamentablemente no faltan quienes critican y dicen que
eso es negociar o tratar de hacer trueque con Dios, aunque la Biblia avala ese
tipo de promesa). Hay vidas en que la perseverancia es como una ruta en el
desierto a hacia la tierra prometida. Veo recomendable desarrollar dinámicas
para casados y solteros, en que mutuamente se bendigan y apoyen. Adelante en el
buen camino y que las nuevas hazañas como faro de luz, sean forjadoras del
nuevo nosotros. Adelante en la vida como sabia, heroica y victoriosa causa de
amor…
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“No es difícil llorar en soledad, pero es casi imposible
reír solo”. --Dulce María Loynaz
Estudio:
Melodía
para reflexionar:
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