Antes
de expresar palabras que tiendan a condenar a quien participa en un evento de
Halloween, procede ver que todavía se está en espera de que tire la piedra
quien esté libre de pecado. No olvidemos que Jesús enfrentó con mayor rigor a
los religiosos.
Reconozco
que no participo en eventos de Halloween. Hay problemas que ocurren en fiestas
de Halloween por el ambiente propicio para ello. Sin embargo, no siempre
ocurren problemas y un buen amigo de mi clase de 1985 de Ponce High participa
para fomentar los buenos valores de niño y me confirma lo sano y positivo que
es más; es imposible para mí criticarlo o condenarlo por su decisión, en un
mundo en que quienes más fallan son quienes más se valen de falsas apariencias.
No
repetiré la historia del origen de Halloween, ya que la mayoría de los que se
unen a celebraciones de Halloween no lo hacen pensando en ese origen o para
fomentar lo pagano. De hecho, el término “pagano” se usa para identificar a idólatras,
por lo que hay mucho más paganismo más allá de Halloween. El respeto es
fundamental y esencial: Conozco a quienes celebran en Halloween sanamente y son
creativos con disfraces que destacan lo positivo, sin ánimo de rendir tributo a
las tinieblas. En la niñez nunca me disfracé por Halloween y nunca me llamó la
atención eso, pero era bueno en la escuela compartir dulces. Compartir es un
buen principio humano y cristiano.
No
dudo que hay gratas y conmovedoras historias en nuestros mayores en esa línea.
No dudo que muchos niños que celebraron Halloween, hoy son buenos y productivos
ciudadanos. De los niños podemos aprender lo que debe ser la fiesta de
Halloween libre del origen oscuro y de los que tienen malas intenciones en el
presente.
Así,
veo más salomónico aprovechar la coyuntura de Halloween para fomentar temas
heroicos en los disfraces, iniciativas como los “talent show”, y dar el cierre
de oro a la ruta de “trick or treat” con la cena familiar o la fiesta que no
altere la paz.
Las
decisiones sobre Halloween son individuales. Veo propio que en cualquier
decisión, sea participar en Halloween o sea no participar en Halloween, impere
una nueva conciencia en que lo que se viva, dé luz y armonía y agrade al
Todopoderoso. Lo más incompatible es condenar el Halloween y no mirar otros
pecados.
Redefinir
el Halloween permite establecer que en la vida no es imposible redefinir
constructivamente. Quienes se dedican a dar rienda suelta al mal, o a demonizar
y no abonar a la armonía, caen en lo enfermizo y lo peor de lo que más critican.
Por eso, ante quienes distorsionen el nuevo Halloween en la forma que sea, hay
que estar alertas para que no se justifiquen negativas y dañinas actuaciones,
ni se empleen los disfraces para cometer abusos y delitos. ¡Cuiden a los niños;
cuídense todos! ¡No caigan en los estilos de quienes tienen máscaras
permanentes! Es así que no sería justo asociar a las máscaras solo con
Halloween.
¿Cuántos
emplean máscaras para ocultar dolores? ¿Cuántos emplean máscaras para proyectar
lo que no son? ¿Cuántos emplean máscaras para ocultar el feo rostro de maldad
que justifica manipular, engañar, robar, maltratar y menospreciar? ¿Cuántas
máscaras cotidianas fuera de Halloween son más horribles que las de Halloween?
Máscaras,
¿solo en Halloween? ¿Cuántos no pueden verse con paz ante el espejo? ¿Cuántos
emplean máscaras para tratar de dar aliento en los más difíciles escenarios?
¿Cuántos emplean máscaras para prolongar la falsedad y crearse una imagen que
no corresponde a lo que realmente son?
Peor
que Halloween son las máscaras permanentes. Que sea lo genuino del rostro,
ventana del alma que no necesita máscaras. Dios ilumine a todos, y precaución y
moderación en Halloween y más allá.
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