miércoles, 20 de mayo de 2015

La belleza no es pecado, es de Dios…

Dice información que el nombre “Beyoncé” es un homenaje de la artista al apellido de soltera de su madre. Además, se informa que “se inició cantando en el coro de la Iglesia Metodista Unida de San Juan”.

Escrita está la historia de la impresionante y exitosa carrera de Beyoncé. Cuando ella deslumbra con su belleza y magnetismo natural en fotos bien logradas, no es de sorprender que además de elogios, se produzcan críticas.

Mi respuesta es que la belleza no es pecado. La belleza es tan de Dios como la verdad y las virtudes (interesante que son términos que comienzan con el artículo en femenino). Es importante recordar que el contenido de Proverbios sobre “la mujer virtuosa” nos recuerda que no procede olvidar la humildad y la justa capacidad valorativa; y el contenido de Cantares recuerda a hombres y mujeres que lo admirable y el cuido y fomento de la sana autoestima da nuevos niveles al amor y redefine mejor mucho. El relato de Ester nos recuerda que la belleza, la buena salud y los talentos son de Dios. Puede haber gran hermosura con suprema belleza interna.

Ya que la sinceridad facilita la comprensión, reconozco que mi mayor admiración es al gran alma con dones, belleza inenarrable, energía, llamado único y presencia sin igual con el nombre artístico de Melina León. Sin embargo, ante la imagen de Beyoncé respaldada por sus logros, encanto y familia, procede felicitarla y bendecirla y más: que sea inspiración para fomentar la belleza integral y la fe que forja buenas obras.



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