Dice información
que el nombre “Beyoncé” es un homenaje de la artista al apellido de soltera de
su madre. Además, se informa que “se inició cantando en el coro de la Iglesia
Metodista Unida de San Juan”.
Escrita está la
historia de la impresionante y exitosa carrera de Beyoncé. Cuando ella
deslumbra con su belleza y magnetismo natural en fotos bien logradas, no es de
sorprender que además de elogios, se produzcan críticas.
Mi
respuesta es que la belleza no es pecado. La belleza es tan de Dios como la
verdad y las virtudes (interesante que son términos que comienzan con el
artículo en femenino). Es importante recordar que
el contenido de Proverbios sobre “la mujer virtuosa” nos recuerda que no
procede olvidar la humildad y la justa capacidad valorativa; y el contenido de
Cantares recuerda a hombres y mujeres que lo admirable y el cuido y fomento de
la sana autoestima da nuevos niveles al amor y redefine mejor mucho. El relato
de Ester nos recuerda que la belleza, la buena salud y los talentos son de
Dios. Puede haber gran hermosura con suprema belleza interna.
Ya que la sinceridad facilita la comprensión, reconozco que mi mayor
admiración es al gran alma con dones, belleza inenarrable,
energía, llamado único y presencia sin igual con el nombre artístico de Melina
León. Sin embargo, ante la imagen de Beyoncé respaldada por sus logros, encanto
y familia, procede felicitarla y bendecirla y más: que sea inspiración para
fomentar la belleza integral y la fe que forja buenas obras.
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