El relato de Silverio Pérez sobre la
quiebra personal y la quiebra del país, más que a la reflexión, lleva a la
introspección. Pone sobre el tapete temas políticos, de status político, de
calidad de vida, en fin, de sentido y rumbo de país.
En primer lugar, siento empatía
porque sé lo que significa perder ahorros. En el país, es difícil conseguir un empleo, y es más
difícil conseguir una fuente de ingreso adicional para tratar de estabilizar la
situación. En el país, se premia al ocio y se castiga al trabajo (el mayor
ejemplo está en cómo se le sube en forma desmedida la renta en el residencial
púbico a quien consigue empleo).
Lograr seguir adelante es toda una
hazaña y todo un acto de fe con poder. Es como hacer presente, vivo y actual,
el pasaje bíblico en que ante la tempestad, con Jesús en la barca se logra
vencer y tener serenidad.
Estrategias programáticas de los
partidos no han dado los frutos esperados y mucho peor sería plantear lo
ilusorio de que un cambio de status político cambiaría todo como por arte de magia.
Se necesita mucho más, para que el país pueda echar pa’lante indistintamente de
cambios administrativos, teorías y fórmulas de status.
Las realidades en la Isla y más allá
de nuestras costas, confirman que no superan al capitalismo, los sistemas que
glorifican a la escasez o enfocan el bienestar en unos pocos. No obstante, por
la extensión territorial de Puerto Rico, no debería ser todo tan difícil, no
deberían ser tan notables el cainismo y las brechas socioeconómicas, y no
debería ser imposible corregir fallas del capitalismo.
Veo quiebras declaradas y no
declaradas en Puerto Rico. En la medida que el dinero no rinde, llegar a recurrir
a la tarjeta de crédito no es signo de mala administración, sino del heroísmo
de buscar todo medio disponible para sobrevivir. En la medida que no podemos
disfrutar de todo lo que se conceptualiza en una buena calidad de vida (por
ejemplo, el balance presupuestario de techo seguro, sustento integral, sanos antojitos
y recreación), estamos en quiebra aunque no se haya dado el paso de formalizarlo.
Voy más allá: Hay quienes viven la consecuencia
de una quiebra moral en la medida que abrazaron la soberbia idea de ser superiores
o inmunes por niveles de prosperidad y/o cercanía con el efímero “poder”. Que
conste que las riquezas no son malas; lo que hace la diferencia es la
conciencia sobre la prosperidad como herramienta para bendecir y maximizar los
alcances del bien con razón y corazón. Jesús dijo claramente que vino para que
tengamos vida en abundancia (Ver Juan 10:10) y al mismo tiempo, siempre
promovió la humildad y la prudencia. Hay quiebras que colocan sobre el tapete,
el principio de la Ley de Siembra y Cosecha que aplica a todos por igual.
El relato de Silverio Pérez, es
multiforme en la medida que mueve a meditar sobre las diversas causas y
manifestaciones de la quiebra y al mismo tiempo, se siente como si fuese de un
hermano en la medida que el artista llega a los hogares por medio de programas,
canciones, textos y producciones.
El tema de las quiebras que van en
aumento, confirma que no es el momento para un IVA, ni para más aumentos. Siguen
teniendo sentido las propuestas de mejorar la captación del IVU con los
municipios, renegociar la deuda, el impuesto de 10% a las empresas foráneas, y
más: Se necesita un nuevo modelo de autosuficiencia y desarrollo
socioeconómico. Como muestra, hacer de la Isla un punto de trasbordo
internacional, puede potenciar a la Isla entera, toda su infraestructura y
sistema educativo, en tal magno proyecto de progreso con equidad.
El tema de las quiebras confirma que
se necesita que los afectados, identifiquemos potencialidades y formas de
desarrollar nuevas empresas en forma solidaria. Estamos en el momento para
crear, activar y consagrar nuevos y mejores paradigmas.
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