martes, 16 de abril de 2013

Ante el derramamiento de sangre en Boston, ¿dónde estaba Dios?


Nada justifica el terrorismo y ante el derramamiento de sangre dado en Boston el 15 de abril de 2013, es razonable y comprensible la siguiente pregunta: ¿Dónde estaba Dios?

 

El terrorismo es buscar llevar un mensaje y lograr un fin mediante la vía del terror y el abuso. En ese sentido, hay terrorismo cotidiano en serios conflictos por la vía del odio y la violencia, abusos, la intolerancia, el “bullying” y el “moobing”, el crimen y tantos problemas sociales y desigualdades que debilitan la fe y fomentan incertidumbre.

                

Así, son incontables las personas que sufren, se resisten a dejar de crecer y resignarse, se esfuerzan por perseverar y se preguntan ¿dónde estaba Dios?

 

La situación se agrava cuando fallan de quienes más se espera (en todo rol), y cuando quienes más hablan de puritanismo caen en los peores estilos. No debe ser motivo de sorpresa, ya que Jesús fue más atacado por los más religiosos y advirtió:

 

·         “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. –San Juan 16:33

 

En el mundo habrá dolores y alegrías, injusticias y desafíos; caídas y momentos para levantarnos con más fuerza. Hay complejos dramas que superan el alcance ciudadano y al mismo tiempo, son los ciudadanos a los que les toca exigir algo mejor de sus gobernantes y líderes. Ante todo eso, sigue la pregunta: ¿Dónde estaba Dios?

 

No procede responder con un cliché o un libreto memorizado. Mucho peor sería responder con el “talking point” de hacer sentir culpable. Es cierto que hay quienes excluyen a Dios de su vida y cuando llega el momento difícil, reclaman que Dios se ausentó. Sin embargo, es cierto también que hay esperanza para quienes deciden buscar de verdad del Señor y tomar un mejor rumbo de vida.

 

Así, no es cuestión de dónde estaba Dios, sino de dónde estamos nosotros. Es cuestión de no fundamentarnos en hombres, sino en algo Supremo y Mejor mediante lo que infunde paz y capacita para enfrentar las realidades de la existencia. Comencemos siendo solidarios con nuestra nación norteamericana y con todo heroísmo cotidiano.

 

Ante el derramamiento de sangre en Boston, ¿dónde estaba Dios? Respondamos a esa pregunta  en nuestra realidad cotidiana, mediante lo que busque un mensaje divino que establezca la respuesta de Dios que supera palabras y fructifica.  

 

Respondamos con la decisión de que Dios esté PRESENTE en el ejercicio de orar de verdad, en el amor sincero, en fomentar justica y equidad, en combatir todo abuso y discrimen, en superar el fanatismo que tapa faltas y justifica, en buscar soluciones salomónicas incluso ante los más controversiales temas (incluyendo las diferencias sobre origen, nivel socio-económico y hasta las consideraciones de preferencias personales), en propiciar más tolerancia y frenar el “bullying” y el “moobing”, en vivir lo que se predica, en fin, anhelar intensamente -mediante una vivencia constructiva y edificante- que podamos decir: Dios está con nosotros y en nosotros.

 

El terrorismos tiene muchos rostros y los más grotescos son los más sutiles y en ocasiones hasta avalados. Ante los derramamientos de sangre, ciertamente deben pagar los responsables, ¿pero y qué de los casos en que no se ve sangre, pero por eso no deja de haber terrorismo?

 

Oremos por las autoridades civiles y religiosas; con la conciencia de que es sabio exigir buenos cumplimientos en ambos niveles. Oremos por toda alma que asume responsabilidades, tiene en cada día una hazaña, y se enfoca en dar lo mejor de sí en el rol de autoridad comenzando en el hogar; con la conciencia de que el país y el mundo se forjan desde la esencia más básica, formativa y determinante.

 

Ante cada drama de dolor, especialmente los que no trascienden a los medios y las lágrimas que no se ven, ¿dónde estaba Dios? Meditemos…
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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