El nombre Titanic es ampliamente
reconocido. La historia nos en Wikipedia dice que “el RMS Titanic (en inglés:
Royal Mail Steamship Titanic, «Buque de vapor del Correo Real Titanic») fue un
transatlántico británico, el mayor barco del mundo en el momento de su
botadura, que se hundió en la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912 durante su
viaje inaugural desde Southampton a Nueva York. El hundimiento del Titanic causó la muerte de 1514
personas de las 2223 que iban a bordo, lo que lo convierte en uno de los
mayores naufragios de la historia ocurridos en tiempo de paz.” Fue tan terrible
que hasta el barco se partió en dos. Han pasado 101 años de esa tragedia fruto
de una cadena de errores y descuidos de vitales factores de seguridad y
precaución.
La tragedia del Titanic, y toda
tragedia, nos recuerda la fragilidad de la vida. Es más que admirar el realismo
de las películas con actuaciones y efectos especiales. Es más que recordar en
la distancia o reconocer que no hay obra humana perfecta (solo Dios es
perfecto). Llama a atesorar la vida y redefinir la seguridad al dar a cado
pensamiento y obra, el propósito de hacer el bien consagrado que ama, da fruto
y permanece.
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